Lo mejor es planificar la economía y eliminar el dominio que ejercen sobre nosotros los monopolios.
El programa de planeación familiar anunciado por la Secretaría de Salubridad y Asistencia en días pasados, ha dado lugar, con sobrada razón, a una serie de comentarios de parte de diversos sectores de la Opinión Pública. Las opiniones externadas van desde la aprobación del programa por considerarlo un imperativo ante el problema de la llamada “explosión demográfica”, hasta las que por una u otra razón no muestran simpatías por las anunciadas medidas de control de la natalidad. El tema, no cabe duda, reviste un gran interés y por ello deseamos hacer alguna puntualización y externar algunas opiniones sobre el particular.
La idea que subyace en el programa de planeación familiar es que el crecimiento de la población es muy alto y que existe el peligro de que continuar las tendencias observadas, planteará serios problemas de alimentación, de empleo, contaminación ambiental y servicios sociales generales. Al respecto se presentan cifras sobre la magnitud que ha ido alcanzando la población mundial y la de los países subdesarrollados, así como sobre proyecciones para el futuro, hasta el año 2000.
En efecto, la población mundial ha ido creciendo con gran vigor: en el año de 1950 la población estimada fue de 500 millones de personas; para el año de 1850, es decir, dos siglos después, la población se duplicó, alcanzando un total de 1,000 millones de personas; en los 80 años siguientes, la población volvió a duplicarse y considerando el ritmo actual de crecimiento, lo volverá a hacer para el año de 1975, en que se estima que llegará a los 4,000 millones de personas. En 1970 la población mundial se cifra en 3,600 millones de seres. Para el año 2000 se estima que de continuar las tasas actuales, la población excederá los 6,000 millones y probablemente llegará a los 7,000 millones de personas.
Los datos muestran asimismo que los mayores incrementos de población están teniendo lugar en los llamados países subdesarrollados: América Latina, África y Asia. Así, por ejemplo, actualmente viven en Asia y Oceanía 2,100 millones de personas, que representan el 58 por ciento del total mundial; para el año 2000 se estima para esa región una población de 3,900 millones de seres (superior a la población actual del mundo) lo que representará el 62 por ciento del total mundial. Como se ve la proporción de la población de esa región va en aumento, lo cual es válido también para América Latina y África. Ello significa que la población de los países desarrollados va aumentando a menor ritmo que la de los países pobres.
Con apoyo en estas cifras y tendencias, se requiere encontrar una correlación entre el ritmo de crecimiento de la población y los problemas de desocupación, pobreza, insalubridad, y de tranquilidad social y se llega al grado de hacer responsable al crecimiento de la población de la seriedad que esos problemas revisten en los países del “Tercer Mundo”. Es aquí en donde reside, a mi parecer, el aspecto más importante de la cuestión que se está planteando.
Exceso de bocas o explotación excesiva
Es verdad que en las condiciones presentes de nuestros pueblos el crecimiento acelerado de la población puede agudizar los problemas económicos, sobre todo, de los sectores populares, pero igualmente cierto es que la pobreza y la desocupación no tienen como causa el crecimiento de la población.
La verdadera causes de las malas condiciones de vida en que se encuentran los sectores populares de nuestros países ( y también de estratos amplios de los países “ricos”) por una parte, y de la tendencia hacia el empobrecimiento progresivo de los países dependientes respecto a las naciones capitalistas desarrolladas, por la otra, se localiza en el sistema económico capitalista que explota a las masa populares y que en escala internacional significa el dominio de los débiles por parte de los fuertes.
El régimen capitalista, cuya motivación básica es el logro de utilidades máximas, es incapaz de utilizar todos los recursos disponibles, de manera racional, de dar ocupación a todos los trabajadores y de asegurarles ingresos que les permitan vivir decorosamente. Eso significa que normalmente deja de utilizarse capacidad productiva en la industria, la agricultura, en los servicios, y que además, se incurre en desperdicios y derroches que alcanzan proporciones muy elevadas. De utilizarse racionalmente los recursos y a máxima capacidad aumentaría substancialmente la producción de alimentos, vestido, habitaciones, et., etc., y con ello se elevarían los ingresos populares y mejorarían sus condiciones de vida.
Planeación económica y cambios estructurales, la solución
Lo que se hace imperativo para que el pueblo viva mejor es suprimir el régimen de explotación humana y de dominación de pueblos débiles que constituye la causa primaria de la pobreza popular y de la supeditación de naciones enteras a los intereses de las grandes corporaciones capitalistas. Más que una planeación familiar, lo que se requiere es operar cambios fundamentales en el sistema de producción y de distribución, sustituyendo el régimen de lucro por el de satisfacción de las necesidades de la comunidad. Planificar la economía, sobre bases nacionalistas revolucionarias, para aprovechar los recursos disponibles en forma racional, dar empleo a la población trabajadora y asegurarles ingresos suficientes para que disfruten de condiciones de vida cada vez mejores. La planeación de la familia no puede tomarse como un substituto de la transformación del régimen y de la planeación económica. Lo primero y más urgente consiste en elevar la producción y dar trabajo a los desocupados; la planeación de la familia, en estos momentos, es secundario, porque no reside ahí la causa de los problemas que aquejan a los sectores populares y a los países subdesarrollados.
¿Podríamos esperar que, al lado de los esfuerzos de poner en marcha programas de planeación familiar se desarrollen esfuerzos aún mayores para resolver los problemas de fondo?♦