La opinión pública exige claridad. Hay muchos puntos turbios
La Convención Bancaria que acaba de realizarse vino a servir de marco a la discusión sobre la situación económica del país y las perspectivas del futuro inmediato. El punto de vista oficial fue expresado por los señores Secretario de Hacienda y el Director del Banco de México, en tanto que destacados hombres de negocios fueron portavoces de la iniciativa privada.
La Opinión Pública (que ha estado preocupada) por los problemas que amenazan el desarrollo económico del país y que en algunos aspectos se agudizaron durante el año de 1971), esperaba recibir una información amplia, clara y objetiva sobre el particular, tanto del sector oficial, como del privado, se ha sentido un tanto defraudada por las imprecisiones, eufemismos y planteamientos incompletos y a veces incorrectos, sobre el estado que guarda la economía nacional, los factores que están en juego y sobre las perspectivas que se nos presentan.
Durante el año de 1971 se observaron síntomas claros de que la actividad económica reducía su dinamismo, como la disminución de ventas, acumulación de inventarios, problemas de cobranzas, disminución de la producción en algunas líneas, ajustes de personal y aún amenaza de cierre de plantas industriales, entre otros. Ante estos hechos se habló se “atonía”, reajuste, desaceleración del crecimiento económico y aún de crisis.
La Opinión Pública se planteó una serie de interrogantes que no encontraban respuesta sea porque se trataba de soslayar los problemas por no crear un estado de intranquilidad o de alarma, sea porque no había una idea clara de lo que realmente estaba pasando o simplemente porque no existe todavía una actitud suficientemente responsable ante la Opinión Pública. Con motivo de la Convención Nacional Bancaria, que se ha constituido en una especie de Foro Nacional en que Gobierno y Sector Privado plantean y discuten los problemas económicos del país, la Opinión Pública fue informada de algunas de las cuestiones relacionadas con esos problemas, pero desafortunadamente las explicaciones y los datos aportados no han sido suficientemente convincentes para aclarar las dudas y hasta puede decirse que han aumentado la confusión sobre la realidad económica del país. Veamos uno de los aspectos más relevantes.
La información oficial sobre el crecimiento de la producción total –Producto Nacional Bruto- indica que el aumento fue de un 3.2% a un 4.4% respecto del año de 1970. Como se ve, no se da una cifra precisa sobre este indicador básico, aunque existe el ofrecimiento de que en el lapso de dos meses se podrá proporcionar el dato correcto. La imprecisión de la cifra sobre el crecimiento de la producción total no nos permite saber si la economía ha aumentado realmente, si se ha estancado o si ha retrocedido, durante el año de 1971.
Si tomamos como correcta la cifra inferior, el 3.2%, tenemos que concluir que la economía nacional no creció en 1971, porque el crecimiento del 3.2% fue absorbido por el crecimiento de la población que se desenvuelve a un ritmo no menor al 3.2%. Aquí nos encontramos con la dificultad de que aún no sabemos el ritmo a que creció la población durante el año de 1971; bastaría con que la población hubiera crecido a un ritmo mayor al del 3.2%, como ha sucedido en algunos años anteriores en que ha llegado hasta el 3.5%, para deducir que la economía retrocedió en 1971.
Ahora, si tomamos como buena la cifra superior, la del 4.4%, de crecimiento de la producción total, la situación cambia aunque no radicalmente. En lugar de retroceso o de estancamiento tendríamos una situación de crecimiento de la producción por habitante, aunque de menor dinamismo que en los últimos años. Recuérdese que en 1970 la tasa de crecimiento de la producción total fue del 7.5%.
El fenómeno de la contracción económica que se registró en México durante el año de 1970 debe considerarse no de manera aislada del resto del mundo, porque la economía mundial y en especial la del llamado Mundo Occidental, se encuentra estrechamente vinculada en sus distintos componentes y México es uno de ellos. De esta manera, lo que pasa en escala internacional especialmente en los países más desarrollados, como Estados Unidos, Japón y los países más industrializados de Europa, tiene un determinado impacto en los demás, especialmente en los más débiles cuya dependencia respecto a aquéllos es grande. En este sentido, observamos que en escala mundial el año de 1971 y el de 1970, han sido años de grandes dificultades económicas que han frenado el ritmo de crecimiento de la casi totalidad de los países importantes.
Los Estados Unidos, cuya situación económica es la que más directamente influye sobre la nuestra –comercio exterior, turismo, créditos, precios, etc.- experimentaron un retroceso económico en el año de 1970, pues su producción total no solamente no aumentó sino que se redujo en un 0.7% respecto a 1969. En el año de 1971 la economía norteamericana logro reanimarse un poco, registrando un aumento del 3%, respecto a 1970. Como se ve, el ritmo de crecimiento de la economía norteamericana ha sido lento, más lento que el de México, y es obvio que su falta de dinamismo ha afectado directamente a México: También Francia, Alemania Federal, Italia, Inglaterra y hasta Japón, registraron reducciones en su ritmo de crecimiento durante el año de 1971.
De esta manera, la contracción económica durante el año de 1971 ha sido un fenómeno generalizado en el mundo capitalista y México no escapó a esas tendencias. Las dificultades del comercio mundial, los problemas monetarios internacionales, la situación de los mercados de capitales, los fenómenos inflacionarios generalizados, y otros problemas semejantes, tuvieron un impacto considerable en nuestra economía, con el agravante de que tuvieron lugar en una situación interna bastante crítica por la acumulación de problemas que venimos padeciendo de tiempo atrás, la iniciación de un nuevo Gobierno, la conducta de retraimiento y de bloqueo del Sector Privado y los problemas políticos que han estado presentes.
De acuerdo con estas reflexiones, debemos entender que las principales causas que amenazan a nuestro desarrollo y que en 1971 determinaron una importante caída en el ritmo de crecimiento del país, se encuentran en el tipo de economía en el que nos encontramos: un capitalismo dependiente, bloqueado en lo interno y en escala internacional, con escasas posibilidades de poner en juego todas las reservas materiales y humanas para lograr un desarrollo acelerado, firme y para beneficio del pueblo. Dentro de este marco, no lograremos resolver nuestros problemas básicos y estaremos sujetos a contracciones, desequilibrios, deformaciones y a un crecimiento difícil, inseguro y de alto costo social.
El único camino que nos puede proyectar hacia un progreso sostenido y con justicia social es el de transformar a fondo el tipo de economía vigente, sustituyendo el régimen de lucro, de monopolio privado de la riqueza, de anarquía de la producción y distribución, por uno en que el principio rector sea el de lograr la satisfacción de las necesidades populares, dentro de un ámbito verdaderamente democrático y con una economía sólida e independiente.♦