Japón, un fantasma que tiene en jaque a Estados Unidos

Con Alemania, Italia y Francia lo supera ya en la producción; para fortalecer su ahora decadente economía, Nixon fortalece los monopolios para enfrentarlos contra los países nacionalistas 

Los acontecimientos que han seguido al planteamiento del presidente Nixon de “nueva política económica” están demostrando con toda claridad que lo que se ventila en escala mundial es una cada vez más intensa lucha del capitalismo monopolista norteamericano por mantener su preponderancia en escala mundial, no solamente en lo que se refiere a los países del “Tercer Mundo”, sino frente a países como Japón y los de la Europa Occidental.

El propio presidente Nixon ha planteado abiertamente el desafío a que se enfrentan los capitalistas norteamericanos, cuando el 6 de julio manifestó que “los Estados Unidos, comparada su situación en la inmediata posguerra, tiene frente a sí un reto que no llegaron a imaginar. Europa Occidental y Japón son ahora potentes competidores de los Estados Unidos; amigos sí: pero compitiendo, y compitiendo muy fuertemente, con nosotros por el liderazgo económico mundial.

Estados Unidos se va rezagando

La preponderancia de los Estados Unidos como primera potencia económica mundial -que ha mantenido durante el presente siglo- está siendo amenazada por el crecimiento más acelerado de otros países capitalistas, principalmente por el Japón, además de la competencia del sector socialista. Algunos indicadores económicos importantes nos presentan el siguiente panorama:

Crecimiento industrial. En la última década los ritmos de aumento de la producción industrial en los principales países capitalistas fue la siguiente: Japón, 338%, Italia, 143%, Alemania Occidental, 95%, Francia, 84%, Estados Unidos, 72%, y Gran Bretaña 45%. Como puede verse, con excepción de la Gran Bretaña, los demás países industrializados considerados, han tenido un ritmo de crecimiento industrial bastante superior al de los Estados Unidos.

El caso del Japón es particularmente notable: durante los últimos 10 años tuvo un crecimiento industrial más de cuatro veces superior en ritmo al de Estados Unidos. De mantenerse ese alto ritmo, el Japón igualará a los Estados Unidos en producción por habitante, dentro de 15 años, y lo superará en el curso de los próximos 20 años. Actualmente el Japón se ha colocado en el lugar de la segunda potencia industrial del mundo capitalista, al superar a la Alemania Occidental.

Comercio Exterior. Los Estados Unidos van perdiendo terreno también en el comercio internacional, en favor de otros países industrializados. En 1960 les correspondía el 18% de las exportaciones mundiales, proporción que bajó al 15.5% en el año de 1970. Otros países, en cambio, han aumentado su importancia relativa: Japón, Alemania Occidental, Francia y Canadá, entre los más importantes. La Gran Bretaña, a semejanza de los Estados Unidos ha ido perdiendo terreno.

Japón, el rival más serio

El acelerado crecimiento industrial del Japón y su gran empuje exportador, de mercancías y de capitales, constituyen, hoy por hoy, el rival más importante de los Estados Unidos en el mundo capitalista. Los productos japoneses están penetrando profundamente en los países asiáticos, en la América Latina, en África, en los países europeos y en el propio mercado de los Estados Unidos. También se perfila como un importante competidor en la colocación de capitales en el “Tercer Mundo”.

Las exportaciones japonesas han crecido en la última década a un ritmo promedio del 16% anual, que es el doble del ritmo de crecimiento de las exportaciones mundiales. En 1969 las exportaciones japonesas fueron de alrededor de 16,000 millones de dólares, y para 1975 la meta es alcanzar los 42,000 millones de dólares. En 1969 la balanza comercial japonesa tuvo un superávit de cerca de 1,000 millones de dólares, estimándose que para 1975 dicho superávit podrá elevarse a 12,000 millones de dólares. No obstante que Japón tiene una dotación muy reducida de materias primas básicas, como el mineral de hierro, de que adquirió en el exterior en 1969 algo más de 900 millones de dólares, a los que se agregaron otros 20 millones de dólares de chatarra, es un formidable exportador de acero y de productos con un gran contenido de acero, como barcos y automóviles. Exporta también, en grandes cantidades, televisores, radios, textiles, ropa hecha, etc. Los productos japoneses han penetrado al mercado norteamericano en forma tan profunda que el 32% de sus exportaciones son colocadas en los Estados Unidos, que en 1970 montaron a 6,000 millones de dólares. De esta suerte, el Japón es el segundo proveedor de los Estados Unidos, después del Canadá, y el primero en lo que hace a productos manufacturados. Otros grandes proveedores de los Estados Unidos son: América Latina —4,400 millones de dólares—, Alemania Federal —3,100 millones—, Gran Bretaña —2,300 millones—, Italia —1,400 millones— y Francia —1,000 millones de dólares—.

Japón constituye también un importante comprador de productos norteamericanos -hierro, chatarra, petróleo, algodón, etc.- ya que en 1970 le compró 5,600 millones de dólares. La balanza comercial, sin embargo, es favorable al Japón en una importante suma: cerca de 900 millones de dólares en 1969 y alrededor de 400 millones en 1970. Los grandes compradores de productos norteamericanos son: Canadá, 9,500 millones de dólares; América Latina, 5,700 millones; Japón, 5,600, Alemania Occidental, 3,300 millones; Gran Bretaña, 2,800 millones; Francia 1,900 millones; Italia, 1,500 millones y Australia, 1,100 millones de dólares. De todos ellos solamente Canadá y el Japón tienen balanza comercial favorable con los Estados Unidos; los demás, mencionados, compran más a Estados Unidos de lo que le venden, destacándose la América Latina, con un saldo desfavorable de 1,300 millones de dólares, Francia, con 900 millones, Australia y la Gran Bretaña con un saldo negativo de 500 millones de dólares cada uno.

Además de los grandes avances que los productores japoneses han alcanzado en el mercado norteamericano, se han ido extendiendo a muchos otros países en donde compiten fuertemente con los capitalistas norteamericanos (y de otro origen) tanto en materia comercial como en la colocación de capitales. Algunos ejemplos bastarán para ilustrar el caso.

En el Oriente, el comercio japonés ha crecido en grandes proporciones en los siguientes países: Corea del Sur, Hong Kong, el Territorio Chino de Taiwan, Filipinas, Tailandia, Indonesia, Vietnam del Sur, Malasia y en la República Popular China. En otros lugares han logrado avances notables en Australia, Canadá, Gran Bretaña, Alemania Federal y en la Unión Soviética, entre otros.

El comercio japonés está siendo acompañado de manera creciente por inversiones directas, generalmente en la forma de empresas mixtas, y de créditos en condiciones atractivas. Las inversiones y los créditos se orientan principalmente a la explotación de recursos naturales (hierro, carbón, petróleo, etc.) para asegurar el abastecimiento de materias primas para su creciente industria, y a una serie de proyectos industriales que aseguren la venta de maquinaria y equipo japonés. Con este objetivo se han hecho inversiones y otorgado créditos para la producción de carbón, en Canadá; hierro y otros minerales en Australia; cobre, en Zambia; petróleo, en Indonesia; ingenios azucareros, en Filipinas; plantas siderúrgicas, en Malasia, Filipinas y Brasil; de plásticos, en Portugal; de lámina galvanizada en Tailandia, etc.

Defensa y agresión

Dentro del marco general que hemos presentado, las medidas recientes del gobierno de Nixon pueden verse como un intento de defender a sus grandes empresarios frente a la competencia comercial y financiera de los otros países desarrollados, particularmente Japón y Alemania Occidental, tanto en su posición en escala mundial, como en su propia metrópoli. Pero al mismo tiempo que medidas de defensa, constituyen actos de agresión comercial y financiera como parte de la lucha permanente por controlar mercados y áreas de colocación de capitales en favor de los capitalistas norteamericanos.

En esa lucha, el gobierno de Nixon está utilizando una serie de instrumentos, entre los cuales se destacan en este momento dos: el impuesto del 10% adicional a las importaciones y las manipulaciones monetarias para obligar a los países competidores a revaluar sus unidades monetarias. Ambas medidas tenderán a elevar los precios de los productos del exterior y con ello a reducir las compras norteamericanas a otros países; al mismo tiempo, y en la medida en que otros países revalúen su moneda, los productos norteamericanos se abaratarán en el extranjero, con lo que los Estados Unidos podrán vender más. Con estas medidas los Estados Unidos mejorarán su balanza comercial y la industria norteamericana tendrá una mayor protección en el mercado doméstico frente a la competencia exterior, y una ventaja en la competencia en escala internacional.

Pero estas medidas causarán serio quebranto a los otros países, especialmente a los que dependen en grado importante del mercado norteamericano, tanto para sus ventas, como para sus compras, como es el caso de Canadá, Japón, la América Latina, Alemania Occidental y otros.

Ganando la batalla, pero...

Hasta ahora parece que los Estados Unidos están, otra vez, ganando la batalla, ya que con el 10% adicional sobre las importaciones, la flotación del dólar y el abandono temporal de su liga con el oro, están obligando a los grandes países a revaluar de hecho sus monedas, aunque en la forma indefinida de dejarlas flotar, es decir, sin paridad fija como lo desea Estados Unidos, con lo que se están restringiendo las ventas de esos países al mercado norteamericano y estimulando las compras de productos procedentes de los Estados Unidos.

Sin embargo, en las condiciones actuales de la economía mundial esos ajustes significan que los Estados Unidos están exportando su crisis, porque el menor mercado para la Volkswagen o la Toyota por ejemplo, las puede obligar a reducir su producción y a despedir trabajadores. Esto está provocando serias fricciones con los Estados Unidos lo que a la larga puede ser muy perjudicial para este país que en esta forma agrede a los aliados y socios que, a la postre, necesita.

La respuesta que hasta ahora han dado los países afectados ha sido un tanto débil, descoordinada y confusa. Se han limitado a las débiles defensas de no fijar paridades a sus monedas, pero las están dejando flotar, lo que significa su revaluación, aunque imprecisa. Adicionalmente, están ejerciendo presión sobre los Estados Unidos para que elimine la sobrecarga del 10% a las importaciones, con poco éxito hasta ahora.

Es probable que estemos en presencia de una etapa de forcejeos, medidas de represalia y de acciones proteccionistas entre los grandes países industrializados del mundo capitalista, en su lucha por los mercados para sus productos y sus capitales. Y es probable también que los países del “Tercer Mundo”, cogidos entre esas tenazas, lleven la peor parte, ya que estarán entre dos fuegos cruzados.♦

Ceceña, José Luis [1971], "Japón, un fantasma que tiene en jaque a Estados Unidos", México, Revista Siempre!, 951: 22-23 y 86, 15 de septiembre.