El gobierno se aferra a seguir montado en el filo del cuchillo
La denuncia hecha recientemente por el dirigente de los trabajadores petroleros relativa a que un pequeño grupo opulento está obstaculizando la labor del actual gobierno, corresponde en verdad a una opinión muy generalizada en muy amplios y variados sectores de la Opinión Pública.
Existen fundadas razones y hechos que han dado origen a esa preocupación sobre la amenaza que representa el gran poder de pequeños grupos potentados para el logro de los objetivos gubernamentales de reducir la dependencia exterior, eliminar los desequilibrios comerciales, distribuir mejor la riqueza y el ingreso, dar más y mejores oportunidades de empleo a la población y ampliar el margen de ejercicio democrático en el país.
El primer hecho que es objeto de comentarios, al respecto, es el carácter contradictorio de los planteamientos gubernamentales sobre la política económica y más aún, de las medidas concretas que hasta ahora se han adoptado. En este sentido se señalan entre otros, los siguientes aspectos:
1.¾ Frente a una muy saludable política de expansión comercial dirigida a la reducción del desequilibrio exterior, a la mejor utilización de nuestros recursos y aparato productivo, con lo que se tiende a reducir el endeudamiento externo y a fomentar la actividad económica, se siguen manteniendo actitudes de reserva e indecisión que han impedido el desarrollo de nuestro comercio, especialmente con los países socialistas, se continúa con la política de libertad cambiaria completa, incomprensible en las actuales circunstancias de crisis monetaria mundial, de cuantiosos déficit de la Balanza Comercial y de Transacciones en Cuenta Corriente, así como de la considerable fuga de divisas y de crecientes gastos de turismo en el exterior.
2.¾ No obstante que el Gobierno Federal ha heredado una seria situación de endeudamiento interior y exterior, y de que los programas de fomento económico y de atención de las enormes necesidades sociales insatisfechas y que son apremiantes, no se han adoptado medidas a fondo que pudieran permitir al gobierno disponer de ingresos substancialmente mayores para hacerle frente a esos requerimientos. Hasta ahora las medidas fiscales puestas en práctica, además de impopulares, no son capaces de proporcionar suficientes ingresos al gobierno, ni tampoco, contribuirán a redistribuir el ingreso y menos la riqueza.
3.¾ Por un mal entendido temor a la inflación, el gobierno ha preferido, según parece, limitar su capacidad de acción en la economía, antes que recurrir a la impresión de billetes para hacerse de recursos. Las autoridades hacendarias deberían comprender que si la expansión monetaria se realiza para que el Estado estimule la producción y se le acompaña de medidas enérgicas para eliminar intermediarios y la especulación, y para controlar los precios, las emisiones de billetes que se hagan con ese objeto no tendrán efectos inflacionarios y, de tenerlos, serán de poca monta y de carácter transitorio, ya que la mayor producción y la lucha contra los especuladores impedirán la elevación de precios.
4.¾ Mientras que se hacen reiterados planeamientos de que uno de los objetivos básicos del actual gobierno consiste en mejorar la distribución de la riqueza y del ingreso, no solamente se mantiene intacto el poder de los grupos oligárquicos, sino que se continúa con la política de apoyo ilimitado a esos sectores para que amplíen su poder. Cierto que se han afectado grandes propiedades agrarias, como Bosques de Chihuahua y las de la familia Obregón, medidas de gran importancia, sin duda, sobre todo si forman parte de un proceso, pero hasta ahora no se percibe siquiera una política que reduzca el poder del pequeño grupo extranjero y nacional que domina los bancos de depósito, las sociedades financieras, las compañías de seguros, las grandes industrias y demás actividades económicas. Dichos grupos siguen incrementando su riqueza y su poder.
Estos y otros aspectos contradictorios, de debilidad y de indecisión, se observan en la política hasta ahora seguida por el actual gobierno y en la base de los cuales no cabe duda que se encuentra la enorme fuerza que tienen los grupos oligárquicos (extranjeros y nacionales), que les permite ejercer la influencia necesaria para evitar, por una parte, que los planteamientos de la política económica tengan un carácter que rebase el simple reformismo y se estructuren en un todo homogéneo, y por otra, para que la aplicación de la política delineada tenga el éxito deseado.
¿Por qué, por ejemplo, no se reestructura a fondo el sistema fiscal para hacerlo más justo y más acorde con la necesidad de que el Estado juegue plenamente el papel de rector de la economía nacional, en función de los intereses del país?
¿Por qué si el crédito es fundamental para imprimirle al desarrollo económico el dinamismo necesario y la orientación revolucionaria, que el propio gobierno proclama, se deja la Banca de Depósito y las Sociedades Financieras en manos del pequeño grupo plutocrático?
¿Por qué si es vital para el país eliminar la dependencia comercial y financiera se sigue invitando a monopolios extranjeros para que inviertan en México, se mantiene su dominio en actividades importantes y ni siquiera se dan pasos para adoptar una legislación especial sobre inversiones extranjeras que reduzca su papel a un factor realmente complementario en la economía nacional?
Estas y otras preguntas nos llevan al convencimiento de que lo que impide la adopción de una política más avanzada y firme no es precisamente que las autoridades desconozcan los hechos o que sean incapaces de encontrar soluciones, porque nunca como ahora el equipo gubernamental de alto nivel estuvo formado, en general, por personas tan capaces, sino que la tarea del gobierno se enfrenta con serios obstáculos representados fundamentalmente por los grupos monopolistas extranjeros y nacionales que no quieren cambios que vayan a afectar sus intereses particulares.
Y en verdad, la fuerza de que disponen los sectores oligárquicos es tanta, que ni siquiera necesitan adoptar una actitud de franca oposición y lucha, sino que les basta con no colaborar, con una actitud de abstención, no invirtiendo sus cuantiosos recursos (y los del público, que manejan) o simplemente sacándolos del país.
De esta manera, el problema fundamental al que se enfrente el gobierno actual y el país entero, es el gran poder de la oligarquía. Ya lo hemos dicho y ahora lo reiteramos: desarrollo acelerado, independiente y en favor del pueblo no es posible si se mantiene el poder de los grupos opulentos. Este poder es el que está frenando al gobierno del licenciado Echeverría.
Nos hacemos cargo de que la seriedad de los grandes problemas del país. heredados por el actual gobierno, no pueden resolverse en unos cuantos meses, ni siquiera en varios años. Seríamos poco realistas e injustos si estuviéramos demandando del gobierno un cambio radical que produjera resultados en breve plazo. Lo que sí deseamos es que se vayan estableciendo bases sólidas para que esos graves problemas se resuelvan en plazo razonable. Y con franqueza hemos de decir que por el camino reformista, contradictorio y poco firme que hasta ahora se ha seguido no se lograrán los cambios de estructura que el país necesita. Si en un plazo más o menos corto no se adoptan medidas más a fondo, al actual gobierno se le habrá ido el tren y al país la oportunidad de reorientar el rumbo. Ojalá y que el próximo Informe Presidencial nos renueve la esperanza.♦