Con intereses comunes y problemas comunes, la Unidad es la respuesta
La corriente a favor de una sólida integración económica de todos los países de la región “al Sur del Río Bravo” ha ido robusteciéndose en los últimos años como resultado, sin duda, de la fuerza de los hechos que han llevado al convencimiento a nuestros pueblos de que dentro del marco de grandes potencias y de poderosos bloques que dominan la economía mundial, no será posible para nuestros países de manera aislada y hasta en franca competencia entre sí, asegurar las condiciones de progreso y de independencia a que aspiramos.
En el ámbito latinoamericano nuestro país está perfilándose como uno de los promotores más entusiastas del mayor estrechamiento económico (y cultural) de esta Región y en tal sentido está realizando una serie de acercamientos, no sólo al nivel de misiones y arreglos comerciales y de inversión, sino al más alto de contactos directos entre Jefes de Estado, como lo que están ya en marcha con los Mandatarios de los países centroamericanos.
Intereses comunes fundamentales
No solamente el ideal más o menos romántico de estrechar vínculos por razones de orígenes raciales y culturales similares da base para luchar por la integración económica latinoamericana; existen factores de gran trascendencia y de tipo pragmático que hacen necesaria y seguramente muy beneficiosa para los países de la Región una creciente cohesión, una más sólida coordinación y unificación en los problemas económicos fundamentales.
A la vinculación geográfica –que tiene importancia indiscutible- se unen otros factores básicos de interés común: necesidad de sumar mercados, capitales, recursos naturales y tecnologías; necesidad de hacer un frente común frente a las grandes potencias y bloques para lograr condiciones más justas en las relaciones comerciales y financieras; conveniencia de adoptar políticas comunes mutuamente beneficiosas en relación al control latinoamericano de los recursos naturales y las actividades económicas fundamentales; necesidad de coordinar una política de ingresos y empleo de acuerdo a las necesidades y aspiraciones de los pueblos; necesidad, en suma, de acelerar el progreso de nuestros países sobre bases nacionalistas –latinoamericanistas- y para beneficio de las masas populares.
Competir conjuntamente en los mercados mundiales
Se sabe de sobra que en buena medida las economías latinoamericanas no se complementan, sino que, por el contrario, son competitivas: producimos y exportamos productos similares. Esta situación, que es real, hasta ahora nos ha llevado a una competencia entre nosotros mismos para colocar esos productos en los mercados mundiales debido a la mecánica del capitalismo de que hemos sido víctimas hasta ahora. Pero ya hemos adquirido madurez y la fuerza de los hechos nos ha convencido de que la competencia entre nosotros nos ha perjudicado y que los que se han beneficiado son los grandes intereses extranjeros que nos dominan. Debemos, por lo tanto, sumar nuestra capacidad individual para hacer un frente común y lograr mayores beneficios.
En este sentido conviene echar un vistazo a la situación que tienen nuestros países en algunos renglones de exportación que tienen gran importancia como generadores de divisas, utilizando datos de publicaciones de las Naciones Unidas, que se refieren a la importancia que los productos seleccionados tienen en el valor total de las exportaciones de los países escogidos:
Café: Colombia (63%), El Salvador (44%), Brasil (41%), Guatemala (32%), Costa Rica (32%), Ecuador (17%), Nicaragua (15%), Honduras (12%), República Dominicana (11%), México (6%).
Algodón: Nicaragua (39%), Guatemala (18%), México (14%), El Salvador (12%), Brasil ((7%), Perú (6%).
Plátano: Panamá (58%), Ecuador (50%), Honduras (47%), Costa Rica (26%), Guatemala (8%).
Azúcar: República Dominicana (51%), Jamaica (21%), México (7%), Perú (7%).
Carne y ganado: Uruguay (34%), Paraguay (29%), Argentina (24%), México (7%), Brasil (2%).
Lana: Uruguay (45%), Argentina (8%).
Petróleo: Venezuela (92%), Trinidad y Tobago (78%), Colombia (9%).
Cacao: Ecuador (19%), República Dominicana ((8%), Brasil (2%), Costa Rica (2%).
Cobre: Chile (59%), Perú (15%).
Hierro: Chile (9%), Venezuela (4%).
Bauxita: Jamaica (50%), Guyana ( ), Haití ( ).
A esta relación habría que agregar otros productos que tienen importancia para algunos países latinoamericanos, tales como la plata para México, Perú y Bolivia; la madera, importante para Paraguay y Honduras; y el plomo y zinc, para México, Perú y Bolivia.
Es fácil comprender que sería altamente beneficiosa una acción mancomunada para la venta de estos productos en los mercados mundiales.
El dominio de empresas extranjeras…
Otro factor que hace indispensable una política mancomunada de los países latinoamericanos para proteger sus intereses vitales consiste en el hecho de que su comercio exterior y muchas ramas importantes de su economía se encuentran dominadas por grandes empresas extranjeras. Tomando solamente las empresas norteamericanas que operan en la Región, según un estudio realizado por un organismo privado, el Consejo para la América Latina, que encabeza nada menos que el señor David Rockefeller, las filiales norteamericanas en la América Latina exportaron un total de 4,500 millones de dólares en el año de 1966, lo que representa el 39% del valor total de las exportaciones de toda la América Latina, que en ese año alcanzaron la cifra de 11,650 millones de dólares. Esto quiere decir que alrededor de dos quintas partes de las exportaciones latinoamericanas están controladas directamente por las grandes empresas norteamericanas; si se agregan las empresas de origen europeo, japonés, etc., seguramente la cifra puede llegar al 50% del total. Esto sin contar el control que las grandes empresas tienen en el mercado mundial.
Para tener una idea más concreta del dominio extranjero en la América Latina, puede ser útil que proporcionemos algunos datos de la importancia que tienen algunas grandes firmas norteamericanas en la producción de un grupo seleccionado de renglones, en el año de 1968:
American Smelting | ||||
México | Perú | Chile | Venezuela | |
Plata Zinc Plomo Oro Cobre | 44% 43% 39% 32% — | — — — — — 64% | — — — — — — | — — — — — |
Anaconda | ||||
Cobre Plata Oro | 52% 1% — | — — — | 66% 61% 3% | — — — |
Cerro de Pasco | ||||
Cobre Plomo Zinc Plata | — — — — | 23% 51% 53% 49% | — — — — | — — — — |
Fresnillo | ||||
Plomo Zinc Plata | 22% 14% 13% | — — — | — — — | — — — |
Standard Oil (NJ) | ||||
Petróleo | — | — | — | 42% |
Gulf Oil | ||||
Petróleo | — | — | — | 11% |
Sun Oil | ||||
Petróleo | — | — | — | 7% |
Fuente: Anuario de 1970 del American Bureau of Metal Statistics, y Anuario Minero del Gobierno de los Estados Unidos. |
Estos datos muestran, con toda claridad, que la industria minera y petrolera de los más importantes productores en la América Latina se encuentra fuertemente dominada por grandes empresas norteamericanas. Es necesario señalar, sin embargo, que algunos países, como México y Chile, sobre todo este último, han tomado medidas importantes para rescatar esa riqueza de manos extranjeras; no obstante, en el conjunto, las grandes empresas norteamericanas tienen importancia decisiva.
Ante el panorama que presenta la economía de la América Latina por lo tanto, existe la imperiosa necesidad de luchar por una integración sobre bases latinoamericanistas que permita sacudirse del dominio extranjero y acelerar el progreso para beneficio de los pueblos de la Región. Todos los esfuerzos orientados en esa dirección tienen que despertar la simpatía y el respaldo de todos los latinoamericanos que no tengan ataduras que los liguen a los intereses extranjeros.¨