Europa se encuentra en estos momentos con una serie de preocupaciones económicas y políticas que son perceptibles hasta para el viajero menos observador. Las dificultades de la economía norteamericana y los aumentos generalizados en el costo de la vida (inflación), constituyen los problemas económicos de mayor preocupación, en tanto que el viraje hacia la derecha que se observa en algunos países importantes, como en Gran Bretaña y en la Alemania Federal, vienen a ser los problemas políticos de mayor relieve de la Europa actual.
La depresión económica que está teniendo lugar en los Estados Unidos está teniendo ya sus repercusiones desfavorables en la economía europea, y se teme que si los negocios siguen empeorando en aquel país sus efectos pueden propagarse al escenario europeo y lesionar seriamente el desarrollo de esos países. El temor se hace mayor ante las medidas que distintas corrientes de opinión están proponiendo al Gobierno norteamericano para hacerle frente a los desajustes que se están registrando.
Las repercusiones directas que la depresión norteamericana está teniendo ya en los países europeos pueden destacarse las siguientes; inestabilidad y tendencia bajista en las principales bolsas de valores europeas; incertidumbre monetaria; perspectivas inciertas y más bien desalentadoras en la marcha de los negocios; aumentos en las tasas de interés derivadas principalmente de las medidas de restricción del crédito para combatir la inflación norteamericana; dificultades crecientes en el comercio exterior europeo con los Estados Unidos, y una creciente presión del capital norteamericano para adquirir empresas europeas y para establecer nuevos negocios industriales y comerciales y financieras en la mayoría de los países de Europa.
A manera de ejemplo, tomemos el caso de Francia en lo que hace a la creciente presión del capital norteamericano para adueñarse de negocios franceses. Ante la avalancha el gobierno francés se ha visto obligado a establecer normas a las que deben sujetarse las inversiones extranjeras (fuera del Mercado Común). Una de esas normas establece que cualquier operación que signifique la adquisición de más del 20% del capital de una empresa ya establecida, requiere sanción del gobierno. Otra disposición consiste en el veto por parte del gobierno para las operaciones de compra por empresas extranjeras de compañías francesas en los ramos básicos a juicio del gobierno.
Sobre la base de estas normas se han producido algunos hechos que vale la pena señalar: el gobierno vetó el intento de la International Telephone and Telegraph (de EUA) para adquirir el control de la Societé Guinard SA, que es la empresa más importante en la producción de equipo de bombeo de Francia; vetó también el intento de la compañía norteamericana Helena Rubinstein Inc., de adquirir el 80% del capital de la importante empresa Perfums Rochas (ya unas 6 empresas francesas del ramo de perfumería han pasado a manos norteamericanas y debe recordarse que los perfumes constituyen un renglón de 120 millones anuales de exportaciones francesas); y finalmente, el gobierno ha dado largas a un estudio sobre la propuesta de la Honey Well Inc., de los Estados Unidos, de adquirir el control de la Bull-General Electric (empresa mixta de capital francés y de EEUU) que es la compañía más importante de Francia en el ramo de construcción de computadoras electrónicas. El gobierno Francés está estimulando también a empresarios y técnicos de alta calificación para que establezcan empresas en ramas de gran importancia estratégica: tal ha sido el caso de un grupo de 40 ingenieros que trabajaban en la IBM y que con la ayuda gubernamental han establecido su propia empresa.
Sobre las medidas que amenazan con afectar a los países europeos (y a otros, como el Japón) se destaca la consistente en un mayor proteccionismo de parte de los Estados Unidos. Ahora que los negocios andan mal en este país, han surgido fuertes corrientes que demandan mayores medidas de protección para la industria norteamericana frente a la competencia de los productos manufacturados del exterior. Particularmente se intenta elevar aranceles y aplicar otras medidas proteccionistas a la industria textil y de ropa hecha, calzado, alimentos industrializados, aparatos de TV y radio, acero y automóviles.
En la base de las demandas proteccionistas se encuentra el hecho de que debido a la inflación norteamericana, las importaciones de esos productos han aumentado sustancialmente. Así por ejemplo, se estima que más del 50% del consumo de aparatos de TV vienen del exterior; que hasta un 80% y aún más del consumo de productos eléctricos para el hogar vendrán del exterior en unos tres o cuatro años más; que se están importando alrededor del 15% de los automóviles que se venden en los Estados Unidos; también se están importando crecidas sumas de calzado (de Italia y otros países), hamburguesas y jamón, acero, y sobre todo textiles y ropa hecha especialmente de fibras artificiales y de lana, procedentes de Japón, Hong Kong, Corea del Sur, Taiwán y otros lugares.
La argumentación de los proteccionistas se basa principalmente en que la competencia es desfavorable porque el costo de producción en el exterior en general es menor que en los Estados Unidos debido especialmente a las diferencias de salarios. Entre los proteccionistas están jugando un papel importante los grandes sindicatos obreros, porque consideran que las grandes importaciones están agravando el problema de desempleo en los Estados Unidos. Sólo en la industria textil consideran que las fuertes importaciones han dejado sin trabajo a unos 65,000 obreros. Señalan que mientras que en los Estados Unidos se pagan Dls. 2.78 por hora en promedio, en Japón se pagan Dls. 0.70, 1.05 en Italia, 0.59 en España y 0.22 en Taiwán.
Los sectores obreros se quejan también de que grandes empresas norteamericanas han establecido gran cantidad de plantas manufactureras en el exterior, para abastecer en el mercado norteamericano y en esa forma están quitándole el trabajo a los obreros norteamericanos. Al caso vienen los ejemplos de un creciente número de plantas industriales que las grandes firmas de los Estados Unidos han instalado en Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán, Europa y ... en la frontera con México. Estos sectores están presionando para que se establezcan aranceles especiales contra esas empresas para evitar que realicen una competencia “desleal” a los productores y obreros norteamericanos.
Como puede verse, existe la amenaza de que si los negocios siguen empeorando en los Estados Unidos, se producirá un fuerte movimiento proteccionista que tendrá serias repercusiones en todo el mundo, porque el ejemplo norteamericano será seguido por los principales países industriales de Europa y de otras regiones. Es cierto que existen factores que ejercen una acción en sentido contrario y que pueden impedir el desencadenamiento de un proteccionismo rabioso, tales como los intereses de los consumidores, que resultan beneficiados con las importaciones más baratas, como los intereses también de los productores norteamericanos que operan en los Estados Unidos, y como el del temor a las represalias de parte de los países afectados, pero de todas maneras la amenaza existe porque el comercio exterior de los Estados Unidos se encuentra en dificultades, las que pueden empeorar en el futuro. Considérese que mientras que en 1960 las transacciones comerciales del país arrojaban un saldo positivo de 4,600 millones de dólares, en 1969 sólo produjeron un saldo favorable de 1,300 millones de dólares. De esta manera, los temores de Europa, el Japón y también de México ante una política proteccionista de parte de los Estados Unidos están fundados en los hechos.
La inflación es el otro problema que aqueja a Europa. Los precios han seguido subiendo de manera incontenible, por factores internos y también como reflejo de la inflación norteamericana, ya que este país tiene una influencia muy grande en todo el mundo. La inflación tiene efectos muy serios en la economía: intranquilidad popular, presiones obreras por mejores salarios para compensar los aumentos en el costo de la vida, dificultades para exportar y presiones para aumentar las compras en el exterior, por las diferencias de precios. Y no solamente en el terreno económico influye la inflación, sino también en el político. Nada menos que el Partido Conservador tomó el poder en la Gran Bretaña como resultado, entre otros factores, de que el pueblo inglés se encuentra aquejado por los aumentos en el costo de la vida y por las dificultades de obtener empleo, y espera que los conservadores hagan lo que los del Partido Obrero no pudieron hacer. Una situación semejante está sucediendo en Alemania Federal, en donde los grupos de derecha han logrado importantes avances en las últimas elecciones.
No deja de ser paradójico que las dificultades económicas que se derivan del mal funcionamiento del sistema capitalista estén dando lugar a una corriente derechista y a una actividad de los sindicatos norteamericanos y de otros países en una dirección equivocada, contraria a los intereses de la clase obrera en su conjunto.♦