De los variados e importantes tópicos abordados por el C. Presidente de la República en su V Informe de Labores, uno de los que destacan por su importancia es sin duda el relativo al endeudamiento exterior del país. Tanto es así que en el citado Informe se le dedica una atención especial y entre los comentarios públicos y privados que ha provocado el documento presidencial éste es uno de los que está recibiendo mayor atención. Por nuestra parte, sin restarle importancia a muchos otros que merecieron la consideración presidencial, creemos que el de la deuda exterior presenta ciertas características de urgencia que ameritan un tratamiento especial y preferente.primera cuestión que se nos plantea es la siguiente: ¿la deuda exterior ha alcanzado un nivel que compromete la capacidad de pago del país y que amenaza la estabilidad cambiaria y la continuidad del proceso de desarrollo? Para responder convenientemente a esta interrogante debemos analizar la situación que presenta la balanza de pagos y el pesó que en ella significa el servicio de la deuda, tanto por concepto de pago de amortizaciones de capital como por los pagos de intereses.
El análisis de la balanza de pagos nos revela los siguientes hechos: 1°.— existe un fuerte déficit en las operaciones llamadas de cuenta corriente, es decir, en las transacciones de mercancías y servicios: según los datos del Banco de México en 1968 el déficit se elevó a 622.5 millones de dólares. 2°.— el déficit se origina principalmente en el exceso de importaciones de mercancías sobre las exportaciones: en 1968 el déficit del comercio exterior se elevó a 779.4 millones de dólares. 3°.— Las transacciones en servicios dejaron un saldo positivo, pero de una cuantía que está lejos de contrarrestar el déficit comercial, por lo que el saldo negativo de las transacciones en cuenta corriente fue, como dijimos, de 622.5 millones de dólares.
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| 2.— Pero los créditos al exterior se han utilizado en lo fundamental para fines de desarrollo: riego, electricidad, caminos, ferrocarriles, etc., pero se han excedido a la capacidad de pago del país, porque las repercusiones son a largo plazo y no han aumentado proporcionalmente el ingreso de divisas. | 3.— Deben adoptarse medidas drásticas para resolver el desequilibrio interno; fomento vigoroso de las importaciones de productos no fundamentales; pues todavía importamos automóviles fabricados en el exterior por 95 millones de dólares anuales, y fuertes cantidades de vinos y licores, de papel, de leche, de cueros y pieles, de tabaco, etc. |
De acuerdo con estos datos, que son oficiales y aparecen en el último informe del Banco de México, la balanza de pagos se encuentra seriamente desequilibrada: el déficit de 622.5 millones de dólares es superior a la reserva de oro y divisas del país, que según el Banco de México ascendía a 602 millones de dólares en diciembre de 1968. Esto quiere decir que si no recibiéramos créditos del exterior y capitales directos, tendríamos que utilizar toda nuestra reserva para cubrir el déficit y todavía nos faltarían 20 millones de dólares.
Ahora bien, el servicio de la deuda exterior en 1968 ascendió a 550.1 millones de dólares por el pago de amortizaciones, más 160.7 millones de dólares por intereses, es decir, 710.8 millones en total. Por otra parte, las empresas extranjeras que operan en México hicieron envíos a sus matrices por concepto de utilidades, regalías, etc. por valor de 256 millones de dólares, lo que eleva la cifra de pagos al capital extranjero a 967 millones de dólares. Para tener idea de la magnitud de esta cifra debemos indicar que representa el 39% del total de divisas que ingresaron al país por la venta de mercancías, de turismo y otros servicios, en ese mismo año de 1968.
Nos encontramos, pues, ante un pronunciado desequilibrio de la balanza de pagos, derivado del fuerte déficit en el comercio exterior, y de una pesada carga de pagos al capital exterior por concepto de amortizaciones e intereses de la deuda y de crecidas sumas que salen del país por concepto de utilidades.
En estas condiciones, la deuda exterior de 2 590 millones de dólares, que obliga a realizar pagos anuales de más de 500 millones de dólares por concepto de amortizaciones, es bastante elevada, porque no disponemos de reservas de oro y divisas para ese objeto, porque, según indicamos anteriormente, las transacciones de mercancías y servicios lejos de producir el superávit necesario para cubrir esas obligaciones, arrojan un déficit de 622.5 millones de dólares.
Para hacer frente a los pagos de amortizaciones de la deuda y cubrir el déficit en cuenta corriente, necesitaríamos disponer de una reserva neta de oro y divisas de no menos de 1,173 millones de dólares, (en realidad solamente disponemos de 602 millones de dólares) es decir, nos faltarían todavía 570 millones de dólares. Tal es el desequilibrio real que presenta nuestra balanza de pagos actualmente, que amenaza seriamente la estabilidad de nuestro peso y el futuro desarrollo del país.
En busca de verdaderas soluciones
Es evidente que las condiciones de nuestra balanza de pagos son críticas y que deben tomarse medidas correctivas reales y urgentes para evitar que se agraven todavía más. Hasta ahora la estabilidad aparente que se ha logrado ha descansado de manera desmedida en el capital del exterior, tanto en la forma de créditos como en la de inversiones directas de compañías extranjeras. Estos expedientes, si bien han contribuido, a corto plazo, a llenar los déficit del comercio exterior, lejos de resolver el problema, lo han agudizado. Esto es así independientemente de que tanto unos como las otras se hayan orientado hacia fines de desarrollo en términos generales. Los créditos exteriores, por ejemplo, han sido utilizados en su mayor proporción para obras de riego, electrificación, caminos, mejoramiento de los ferrocarriles, y otras ramas de la infraestructura económica que no obstante su indiscutible utilidad, no son recuperables sino a largo plazo y, además, no han generado las divisas indispensables para cubrir los pagos de amortización e intereses que se van venciendo, por lo que a plazo corto y mediano, ejercen una presión sobre la balanza de pagos que en las condiciones de desequilibrio en que se encuentra, no es capaz de soportar tan enorme carga.
Esto significa que no basta con dirigir los créditos hacia actividades útiles, lo cual es, sin duda conveniente y necesario, sino que debe ponerse atención al problema de la magnitud de los pagos que tienen que hacerse para cubrir los vencimientos. Si no se cuida este aspecto, que ahora es esencial y sobre todo si no se toman medidas verdaderamente correctivas, el país puede verse en una situación de tener que incurrir en un endeudamiento creciente que lo haría muy vulnerable a las exigencias de los prestamistas, porque el que se endeuda más allá de los límites convenientes queda a merced de los acreedores.
Las inversiones directas de empresas extranjeras tienen todavía más inconvenientes. Aparte de aumentar las utilidades que año con año se remiten al exterior, van permitiendo a los intereses extranjeros controlar nuestra economía.
Ante estos hechos, la única salida compatible con el mantenimiento del proceso de desarrollo sobre bases de independencia y con estabilidad, es el de adoptar medidas que de manera real y firme nos permitan equilibrar la balanza de pagos hasta una medida razonable, y al mismo tiempo disponer de las divisas necesarias para la importación de bienes de producción que demanda el progreso del país. Entre las medidas, que pueden tener un resultado favorable y a corto plazo, se encuentran las siguientes:
1.— Fomento de las exportaciones por todos los medios posibles, ampliando los mercados existentes y abriendo otros.
2.— Control riguroso de las importaciones para reducir drásticamente las de artículos no indispensables para el desarrollo. Actualmente importamos una serie de productos no necesarios que están agudizando el desequilibrio de nuestro comercio exterior: solamente de automóviles fabricados en el exterior, gastamos en 1968 la suma de 95.4 millones de dólares, o sea, alrededor de 1,200 millones de pesos. A estas importaciones habría que agregar las de whisky, vinos, champaña, leche en polvo, papel para periódico, cueros y pieles, y muchas otras que, o no necesitamos o podríamos producir en el país.
3.— Control del uso de divisas, para limitar drásticamente las remesas de utilidades al exterior, por las empresas extranjeras, el envío de fondos a los bancos europeos a norteamericanos y para adquirir valores extranjeros, por parte de los grupos de altos ingresos, y para reducir sustancialmente el gasto de los turistas mexicanos. Estos conceptos absorben fuertes sumas que podrían utilizarse para fines de desarrollo así por ejemplo el envío de utilidades alcanza más de 250 millones de dólares al año, los gastos del turismo mexicano al exterior, 200 millones de dólares, y las salidas de divisas para ser depositadas en bancos extranjeros y para otros fines una cantidad que, aunque no podemos precisar por falta de información, alcanza seguramente cifras que sobrepasan la centena de millones de dólares.
4.— Control del contrabando, que alcanza grandes proporciones, según las reiteradas informaciones periodísticas sobre el particular.
5.— Substitución de importaciones mediante la producción nacional que a la vez que permitan ahorrar divisas, aumenten la producción del país y proporcionen empleo a nuestros trabajadores y técnicos.
6.— Reformar el sistema fiscal para reducir los ingresos de los ricos y su consumo de artículos suntuarios procedentes del exterior.
Es por este camino, opinamos, que deben dirigirse los esfuerzos. La salida fácil del endeudamiento y de las inversiones extranjeras directas no es solución y solo nos conduce al debilitamiento de nuestra independencia económica.♦