Aceptará suicidarse América Latina?

La integración económica para beneficio propio y no ajeno significa su salvación.

¿Fue éste un primer fracaso del presidente Johnson que tuvo que conformarse con algo, ya que no pudo lograr objetivos más ambiciosos? ¿Se puede considerar como un triunfo de América Latina por haber eliminado la amenaza de la formación de un triunfo de América Latina por haber eliminado la amenaza de la formación de la FIP y desviado la atención de la Junta hacia el problema de la integración económica? La respuesta no es tan sencilla, aunque la eliminación, al menos por ahora, del peligro de la formación de la FIP, es de mucha importancia.

Desde que se anunció la realización de la Junta de Presidentes que habría de tener lugar en Punta del Este, Uruguay, se comenzó a especular sobre el propósito concreto que se perseguía con una reunión en que participarían nada menos que los Jefes de Estado de los países de América Latina (con excepción de Cuba, que no estaba invitada), y el Presidente de los Estados Unidos.

La principal preocupación de América Latina se centró en el temor de que los Estados Unidos, principales promotores de la junta, intentaran arrastrar al Continente a la formación de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) que significaría, sin duda, la subordinación de los países latinoamericanos a un Estado Mayor dirigido desde el Pentágono, un sueño largamente acariciado por los grupos belicistas de los Estados Unidos.

Las consultas preparatorias y los sondeos que se hicieron por el Departamento de Estado, llevaron sin embargo, al convencimiento de que una propuesta de ese tipo no tendría ninguna posibilidad de éxito, porque tal idea es rechazada cerradamente por todos los pueblos latinoamericanos. Las condiciones de América Latina no están maduras, y esperemos que nunca lo estén, para una entrega de este tipo, a pesar de que los Estados Unidos han logrado avances notables en el control de gobiernos a través de golpes de Estado y de otros medios.

La agenda, finalmente, se concentró en problemas económicos, particularmente en el tema de la integración económica de América Latina. ¿Fue éste un primer fracaso del presidente Johnson que tuvo que conformarse con algo, ya que no pudo lograr objetivos más ambiciosos? ¿Se puede considerar como un triunfo de América Latina haber eliminado la amenaza de la formación de la FIP y desviado la atención de la junta hacia el problema de la integración económica? La respuesta no es tan sencilla, aunque la eliminación, al menos por ahora, del peligro de la formación de la FIP, es de mucha importancia.

¿Tiene Estados Unidos un interés verdadero y concreto en la integración económica de América Latina o se ha conformado con un “peor es nada” para evitar el fracaso total de su política en la Junta de Presidentes? ¿Es verdad, como lo afirma una conocida revista norteamericana (US News and World Report, abril 17, 1967) que la formación del mercado común latinoamericano constituye la preocupación número 1, en este momento, del gobierno de los Estados Unidos? Veamos algunos datos y aspectos del problema para formarnos una idea fundada sobre el particular.

La América Latina, tomada en su conjunto, tiene una población de alrededor de 250 millones de habitantes. Esta cifra supera a la población total de los países que forman el mercado común europeo y es mayor también a la de los Estados Unidos. Por otra parte, el valor de la producción total de América Latina podría formar un bloque económico bastante importante si llegara a avanzar en el proceso de integración que ya se encuentra en marcha.

Por otra parte, la América Latina tomada globalmente, constituye el principal cliente de los Estados Unidos para las exportaciones de este país, y es un gran proveedor de las series de materias primas y de productos alimenticios. Como zona de colocación de capitales, la América Latina ocupa un lugar preponderante en las inversiones privadas norteamericanas en el exterior y es un importante cliente en créditos del gobierno de los Estados Unidos y de las agencias de las que este país es socio determinante como el Banco Mundial, Eximbank, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Es evidente que en estas condiciones los Estados Unidos tienen un primordial interés no solamente en mantener su posición dominante en la América Latina, sino en fortalecerla por todos los medios posibles. Y en estos momentos la urgencia es mayor y  el medio más conveniente parece ser, según lo aseguran los propios funcionarios norteamericanos, a través de una mayor integración económica de los países latinoamericanos. ¿Qué razones existen para que esto sea así?

En primer lugar, los Estados Unidos están afrontando una serie de dificultades que amenazan con desajustar seriamente su economía, como la reducción de la producción en industrias importantes como la de automóviles, caída en la inversión y desequilibrios de gran magnitud en las finanzas del gobierno y en la balanza de pagos. Y esto sucede en un momento en que los gastos militares son los más elevados de su historia en tiempos de paz. Esto significa que los Estados Unidos tienen la vital urgencia de apuntalar su situación económica ampliando sus operaciones con el exterior.

En segundo lugar, parece haberse hecho ya evidente para los círculos gobernantes de los Estados Unidos, de que la aventura en Vietnam está llegando a un punto muerto, sin perspectivas de poderse ampliar sin riesgos demasiado grandes, y que de toda probabilidad o se llega a un estancamiento que puede durar años, o los norteamericanos se verán obligados a concertar una tregua o a pactar la paz. Y con el estallido de paz la economía americana correrá los riesgos de una crisis a no ser que encuentre otras salidas que le ayuden a contrarrestar la caída.  Y América Latina puede ser esa salida.

Estas razones explican la urgencia y la necesidad que tienen los Estados Unidos de aumentar sus operaciones en América Latina. Ahora, ¿en qué forma la integración económica de la región latinoamericana les puede favorecer en estos propósitos? En este sentido podemos encontrar algunos elementos importantes que pueden darnos la clave de la respuesta.

La integración económica ya es un proceso en marcha que no podrá detenerse, porque en una forma u otra responde a una aspiración muy arraigada en los pueblos latinoamericanos y que obedece no solamente a razones románticas sino que se sustenta en bases económicas y políticas de validez indiscutible. Esta aspiración se llevará adelante y se irá robusteciendo. Es, pues, un hecho que a la larga los Estados Unidos no podrán cambiar; lo mejor será ajustarse a él y sacar el mayor provecho. Y parece ser que el gobierno de los Estados Unidos ha llegado a esta conclusión y está tratando de capitalizarla.

Por otra parte, la integración económica de América Latina puede permitir a los monopolistas de los Estados Unidos excluir de esta zona a todos los demás competidores, especialmente a los europeos que en forma creciente están convirtiéndose en una amenaza para ellos. El dominio que las grandes empresas monopolistas norteamericanas tienen en la economía de la mayoría de los países latinoamericanos les permitirán ser los principales beneficiarios de las ventajas que se deriven de la integración. Los Estados Unidos tienen ya sus Caballos de Troya en América Latina, desde el Río Bravo hasta la Patagonia. En estas condiciones la intensificación del comercio intrazonal, la libertad de movimiento de los capitales dentro de la región, los convenios de complementación industrial, etc., etc., favorecerán grandemente a las empresas norteamericanas, permitiéndoles fortalecer su dominio económico dentro del bloque.

Y todo esto podrá ser asegurado si la integración se hace bajo el signo del dólar con la Alianza para el Progreso, el Banco Interamericano de Desarrollo y otras instituciones ad hoc como los organismos de financiamiento de la integración.

Este es, según lo vemos nosotros, el sentido del gran interés que los Estados Unidos están poniendo en la integración económica de la América Latina. Buscan, para favorecer sus intereses, una integración con hilos directos desde Washington. Si nuestros gobiernos caen en la trampa, los Estados Unidos dominarán más cabalmente y en forma menos complicada la economía toda de la Nueva América. En esta forma, sin la Fuerza Interamericana de Paz habrán logrado poner bajo su puño la vida misma de nuestros pueblos, por medios más sutiles pero quizás más eficaces. Habrán también logrado encauzar el desarrollo de nuestros países por los derroteros capitalistas, pero de un capitalismo dependiente, subordinado a los designios norteamericanos. Además, habrán logrado constituir un bloque cerrado a los extraños (excepto para los norteamericanos) bloque que entonces sí se enfrentará a la Cuba socialista para asfixiarla e impedir su desarrollo. No será posible ya que países individuales, como lo hace ahora México, mantengan una posición independiente de amistad y apoyo a nuestros hermanos del Caribe.

Pero ¿aceptará América Latina el suicidio? Las tesis sustentadas por el Presidente Díaz Ordaz en su discurso en Punta del Este, nos alientan y nos hacen confiar en que la América nuestra seguirá otro camino; el de la integración económica independiente, respecto a intereses exteriores, exclusivamente de los países latinoamericanos y para beneficio de ellos y no de un puñado de grandes empresas monopolistas extranjeras.

Ceceña, José Luis [1967], "Aceptará suicidarse América Latina?", México, Revista Siempre!, 722: 22-23 y 70, 26 de abril.