La guerra de Vietnam ha frenado la prosperidad de Estados Unidos: sólo su industria bélica es potente, en contraste con el resto de su gran economía, ahora postrada y decadente.
La agresión del Coloso del Norte al diminuto Vietnam está teniendo un impacto increíble en la economía norteamericana, al grado de que la está haciendo zozobrar.
Las guerras han sido un gran estímulo para la actividad económica de los Estados Unidos desde que ese país logró su independencia a finales del siglo XVIII. Una y otra vez, en sucesión casi interminable los conflictos armados en que los Estados Unidos se han visto involucrados, han constituido poderosa palanca para el auge de los negocios. La Primera Guerra Mundial los transformó en una gran potencia, al lado de las europeas, y la Segunda Guerra Mundial los transformó en la fuerza económica y militar más importante del mundo occidental, superando a las viejas primeras potencias con márgenes de proporciones casi estratosféricas.
Todavía la Guerra de Corea pudo ejercer su acción estimulante que sirvió de antídoto pronto y eficaz a la crisis que los Estados Unidos estaban sufriendo en 1949 y principios de 1950.
Con la Guerra de Vietnam sin embargo, ya no está sucediendo lo mismo. Si bien los fuertes gastos que está originando tienden a estimular los negocios, especialmente los directamente ligados al armamentismo, se están creando por otra parte una serie de problemas que amenazan con trastornar seriamente la vida económica norteamericana.
El conflicto vietnamita se inició en un momento en que la economía norteamericana se encontraba trabajando a un alto nivel de ocupación, por lo que el incremento de gastos militares ha provocado una importante elevación de precios, porque cuando todo el aparato productivo se encuentra ya ocupado, el aumento de los gastos no se traduce en mayor producción, sino en aumento de precios.
Los efectos inflacionarios de la Guerra de Vietnam se dejaron sentir muy pronto, por lo que el gobierno norteamericano se apresuró a tomar medidas para evitar la elevación de los precios y mantener un alto nivel de producción y al mismo tiempo asegurar la estabilidad del dólar dentro y fuera del país. Estas medidas en lo esencial fueron de tipo restriccionista, es decir, tendieron a poner frenos al alza de precios mediante la contracción del dinero en circulación, restricciones en el otorgamiento de créditos y en elevaciones de la tasa de interés. Asimismo se adoptaron algunas medidas fiscales tendientes a desalentar la inversión excesiva de parte de los empresarios privados, al tiempo que se reducían renglones de gasto gubernamental en algunos servicios y obras públicas. También se hicieron esfuerzos importantes para equilibrar los pagos al exterior y proteger así la estabilidad del dólar que se estaba tambaleando.
La política contraccionista seguida tuvo relativo éxito en materia de precios, pero a un costo muy elevado. Ahora la economía norteamericana parece estar entrando en una etapa de contracción que está causando inquietud en los círculos de los negocios, en las altas esferas gubernamentales y en los sectores populares que están ya sufriendo las consecuencias. Algunas de las manifestaciones de la contracción económica que se está extendiendo en los Estados Unidos, son los siguientes:
La industria de la construcción de viviendas se encuentra prácticamente en postración, ya que ha sufrido un descenso de alrededor de un 30%, que ya tiene los perfiles de un colapso. En el conjunto de la actividad económica de los Estados Unidos la industria de la construcción tiene gran relevancia.
La industria de automóviles continúa en su situación aflictiva, por dos años consecutivos, teniéndose la certeza de que durante el año de 1967 la situación seguirá siendo mala, ya que las ventas han descendido en un 25%. La industria en su conjunto espera llegar a vender solamente 3,730,000 unidades en el primer semestre del presente año, frente a más de 4 millones en el mismo lapso de 1966. Siendo esta industria una de las fundamentales de la economía americana, su mala situación tiende a afectar una diversidad de otras actividades importantes.
Las nuevas inversiones en modernización y ampliación de la capacidad productiva están contrayéndose también en forma alarmante, alcanzando ya una reducción del 14%. La disminución de la inversión puede tener un impacto de gran envergadura en el conjunto de la actividad económica.
Los precios de las materias primas, un elemento muy sensible a la crisis, han estado reduciéndose en forma considerable. Se registra ya una reducción del 15%, con tendencia a acentuarse. Esto tenderá a perjudicar a los proveedores no solamente de los Estados Unidos sino también a los del exterior.
Como resultado de la mala situación de las ramas consideradas que tiende a extenderse al resto de la economía, se están registrando reducciones en los días de trabajo por semana, en los turnos diarios y se tienden a generalizar los despidos obreros. Esta situación es ya notoria en las industrias metálicas, de maquinaria, de equipo de transporte y en la industria textil.
En este cuadro general de contracción económica solamente las industrias bélicas se mantienen firmes. Y las utilidades netas de las empresas aunque no han aumentado, no se han reducido. Esto quiere decir que el fenómeno de la crisis gravita fundamentalmente sobre la población trabajadora.
Las dos amenazas
En los círculos de los grandes negocios se manifiestan dos grandes preocupaciones sobre la situación que presenta la economía norteamericana. La primera consiste en la incertidumbre respecto a la Guerra de Vietnam y la segunda se refiere al futuro del dólar.
El mayor temor que existe entre los grandes negociantes de los Estados Unidos es el de la eventualidad de que se firme la paz de Vietnam, o al menos de que se concierte una tregua prolongada. Estos círculos no tienen temor nunca a que estalle la guerra, puesto que de ella derivan grandes beneficios, sino que estalle la paz, que les reduce sus ganancias. Parece ser que el gobierno norteamericano tiene una completa coincidencia con esta posición, por lo que lejos de procurar disminuir la tensión belicista, se empeña en ampliar la escalada “aun a costa de provocar una tercera guerra mundial” (que puede ser la última).
Por lo que hace al dólar, de nuevo se abrigan temores fundados sobre su futuro. Los gastos en el exterior se mantienen en franco ascenso, no se corrige el saldo negativo de las cuestiones exteriores, el gobierno no equilibra su presupuesto sino que cada vez aumenta su déficit (se espera para este año un déficit de 15 mil millones de dólares) y las reservas de oro del Tesoro norteamericano vuelven a disminuir encontrándose actualmente en el punto mas bajo desde el año de 1938.
Todos los factores señalados tienden a debilitar la posición del dólar. Por ello se está extendiendo nuevamente la desconfianza en esa divisa y se especula más y más sobre una posible devaluación de la moneda norteamericana.
Inflar, guerrear, hasta reventar
El gobierno de los Estados Unidos, se presta ahora a seguir una política expansionista, de dinero abundante y fácil, de tasas de interés bajas y de estímulos a la inversión privada. Concomitantemente está en el proceso de incrementar sustancialmente los gastos gubernamentales, tanto militares como civiles.
De acuerdo con esto hay que esperar que la Guerra de Vietnam continúe y se amplíe, porque entre otras cosas, es ya una necesidad para mantener un alto nivel de gasto militar que ayude a salir de la crisis que amenaza seriamente a los negocios norteamericanos.
Con esta política se volverá muy probablemente a la reactivación de la actividad de las ramas que ahora se encuentras en malas condiciones y se podrá frenar el despido de trabajadores. Pero con toda seguridad se acelerará también la elevación de los precios, aumentará todavía más el desajuste de las transacciones en el exterior y aumentará la amenaza de salidas de oro para hacer frente a los pagos con el exterior. Esto quiere decir, que se volverá a la situación en que la inflación se agrave, se debilite de nuevo la posición del dólar y se haga necesario adoptar otra vez una política contraccionista, que puede llegar a ocasionar otra tendencia hacia la depresión de los negocios. Y así hasta que la situación se torne más grave. ¿Y luego qué? La salida por la puerta falsa… ampliación de la guerra y los gastos militares. Eso parece ser lo que nos presenta el futuro inmediato…, a no ser que el pueblo norteamericano decida que haya paz, y que los recursos se dirijan a lograr el mayor bienestar posible y a consolidación de relaciones amistosas y de ayuda mutua entre los pueblos.♦