La guerra obliga a México a depender de E.U. y en ese marco, Alemán imprime al país una marcha acelerada hacia el Capitalismo

El estancamiento revolucionario que tuvo lugar durante la segunda guerra mundial derivó hacia un franco desarrollo capitalista bajo el régimen del Lic. Miguel Alemán. La guerra había creado condiciones propicias para que se produjera ese cambio de rumbo, al modificar substancialmente el juego de fuerzas en favor de los grupos oligárquicos, tanto en México como en los Estados Unidos.

Durante los años de la segunda guerra mundial se acumularon grandes fortunas (surgieron mil millonarios), nacieron muchos nuevos negocios, el espíritu de empresa se desarrolló notablemente y se debilitó la posición de los sectores populares en lo económico y en lo político.

La alianza con los Estados Unidos para combatir el nazismo, llevó a México a una creciente supeditación económica respecto a nuestro poderoso aliado. Las circunstancias propias de la guerra nos obligaron a depender casi totalmente de los Estados Unidos para abastecimientos vitales y para la colocación de nuestras exportaciones. Tratados, convenios, comisiones mixtas, etc., vinieron a darle forma a la creciente dependencia.

Al concluir la guerra la necesidad de acelerar el desarrollo del país que se había convertido en un imperativo inaplazable entre otras razones por las duras enseñanzas del período bélico que provocó tantas privaciones, por la escasa industrialización y por el cierre temporal de las fuentes de abastecimiento exterior, obligó a seguir dependiendo de los Estados Unidos en alto grado, dada la precaria situación en que quedaron los países industriales de Europa.

Por su parte los Estados Unidos habían registrado un fabuloso desarrollo económico como resultado de la guerra. La concentración de la riqueza alcanzó proporciones increíbles, fortaleciéndose enormemente los monopolios financieros e industriales por el papel preponderante que jugaron en la producción bélica y por las pingües ganancias que derivaron de ello. Terminada la guerra, la fabulosa capacidad productiva de los monopolios norteamericanos y los enormes recursos líquidos de que disponían presionaron con una fuerza casi explosiva para buscar mercados adicionales y lugares seguros y productivos para la colocación de esos capitales excedentes.

Concomitantemente la situación política de los Estados Unidos había registrado un cambio substancial. Los representantes de los grandes monopolios pasaron a ocupar posiciones clave en el gobierno a la muerte de Roosevelt, y la política de Buena Vecindad hacia México se transformó en la política de Buenos Socios.

Dentro de este marco llegó a la presidencia de la República el Lic. Miguel Alemán, contando con un amplio respaldo popular. Superada la época difícil de la guerra se veía un porvenir de grandes avances en el desarrollo económico nacional.

La política del Lic. Alemán desde el principio se enmarcó en una filosofía capitalista. La orientación general fue la de industrializar al país, aumentar la producción industrial y agrícola al máximo, aunque ello no redundara al menos de inmediato, en beneficio directo de las masas populares. El principio rector fue de lograr producir el pastel más grande posible aunque no se repartiera bien, ya que ello era preferible a “repartir miseria”.

En aras de la industrialización se adoptó una política de grandes estímulos a los inversionistas. Exenciones fiscales, protección arancelaria, reducción de controles de precios y congelación de salarios. Todo ello tendía a hacer atractivas las inversiones para el sector privado. De igual manera se modificó la política sobre las nacionalizaciones y se volvió a abrir la puerta al capital extranjero. Lo que importaba era producir, crear industrias y centros de trabajo, independientemente de que la inversión fuera nacional o extranjera y de que los beneficios se repartieran en forma inequitativa entre los empresarios y los trabajadores.

En materia agraria la política alemanista se orientó definitivamente a favor de las grandes explotaciones capitalistas. Por un lado, se propició la formación de grandes empresas agropecuarias y se les rodeó de protección legal, como el derecho de amparo en materia agraria y la ampliación de la pequeña propiedad, y de apoyo crediticio amplio para que tuvieran un éxito asegurado. Por otra parte, se frenó el reparto agrario, se afectó seriamente el desarrollo del ejido colectivo y se desatendió la economía ejidal en su conjunto.

En política laboral correspondió también a este marco general de desarrollo capitalista. La intervención directa de las autoridades en las organizaciones obreras de las empresas estatales (charrismo) y la actitud pro-empresarial en los conflictos del trabajo, debilitó seriamente al movimiento sindical iniciando un proceso de dependencia que ha minado una de las columnas de la Revolución Mexicana.

Los resultados económicos de la política alemanista no fueron espectaculares. El valor de la producción nacional aumentó con irregularidad, habiendo apenas llegado al 4% en promedio en el sexenio, no obstante el estímulo recibido por la guerra de Corea. El aumento de la producción por habitante fue, por lo tanto de escasa magnitud. La producción industrial logró ciertamente avances considerables y se establecieron nuevas industrias que aumentaron la capacidad productiva del país, pero el desarrollo industrial fue más bien anárquico y desequilibrado, por la ausencia de un plan de industrialización.

En la producción agrícola se registraron aumentos espectaculares en algunas líneas como el algodón y otros productos de exportación, pero la producción de alimentos quedó muy rezagada. Con ello se crearon escaseces de productos alimenticios y se distribuyó en forma muy desigual el ingreso agrícola.

A los problemas ya señalados se vino a agregar un proceso devaluatorio del peso, de $4.85 a $8.65 por un dólar, que agravó la mala distribución de los ingresos y acentuó la dependencia económica de nuestro país respecto a los Estados Unidos.

El balance de la administración alemanista, por lo tanto, es negativo desde el punto de vista revolucionario. Durante ese sexenio se debilitaron las fuerzas campesinas, obreras y populares y en cambio se fortalecieron grandemente las del sector empresarial, nacional y extranjero. Se logró un desarrollo de alguna importancia cuantitativa, pero de carácter francamente capitalista. No fue un desarrollo democrático, ni fortaleció la independencia nacional.

La orientación capitalista de la economía nacional durante el régimen alemanista fue tan decisiva, que sus consecuencias están amenazando cada vez más la vigencia de la Revolución Mexicana que aspira a lograr un desarrollo con justicia social, de tipo democrático y que fortalezca la independencia nacional. En los regímenes posteriores ha ejercicio una poderosa influencia.♦

Ceceña, José Luis [1967], "La guerra obliga a México a depender de E.U. y en ese marco, Alemán imprime al país una marcha acelerada hacia el Capitalismo", México, Revista Siempre!, 718: 22-23, 29 de marzo.