Un presupuesto de 135 mil millones de dólares, de los cuales 75 mil serán empleados para hacer la guerra.
La estrecha vinculación de la economía de México con la norteamericana hará que a manera de cordón umbilical se transmitan a nuestro país los efectos que hemos señalado del gigantesco presupuesto de gastos e ingresos y de su orientación belicista, así como los resultados de la política monetaria, de comercio exterior y de inversión que siga nuestro vecino.
El presidente Jonhson envió al Congreso el 24 de enero, el Presupuesto de Gastos e ingresos para el año fiscal 1967-1968. Además de ser el más elevado de la historia, pues casi duplica el correspondiente al año de 1945, que fue el más alto de la Segunda Guerra Mundial, tiene una franca característica de presupuesto de guerra.
El presupuesto asciende a 135,000 millones de dólares, de los cuales se destinan a Defensa Nacional 75,000 millones, es decir, el 56% del total. Esto significa un gasto diario de 210 millones de dólares (2,625 millones de pesos) que es superior al costo promedio diario incurrido en todos los años de la Segunda Guerra Mundial, que ha sido hasta ahora la guerra más costosa que ha padecido la humanidad.
Para la guerra de Vietnam se destinarán 22,400 millones de dólares, o sea, el 30% del presupuesto militar total. Esto significa un gasto de 62 millones de dólares diarios, o alrededor de 3 millones de dólares cada hora. Lo más alarmante del caso es que el presupuesto para Vietnam en el próximo año es superior en 2,500 millones de dólares al del presente año, lo que significa que los planes norteamericanos consisten en intensificar su agresión al pueblo vietnamita y que lejos de esperar una mejoría en la tensión internacional, esta tenderá a agravarse.
El presupuesto de Johnson, por lo tanto, es un mensaje de guerra, y parece ser que nos hará vivir en los próximos dos años en un ambiente de histeria belicista, que nos acercará peligrosamente a una verdadera hecatombe.
Por lo tanto, el enorme presupuesto de los Estados Unidos, dirigido principalmente hacia la guerra, tendrá una serie de consecuencias económicas, sociales y políticas tanto dentro de ese país, como en el mundo entero, especialmente en las naciones más ligadas a la economía norteamericana.
Uno de los principales aspectos económicos del presupuesto del presidente Johnson es que es fuertemente deficitario, es decir. Los ingresos son inferiores a los gastos. El déficit estimado asciende a 8,100 millones de dólares (101,250 millones de pesos) que, aunque un poco inferior al del año pasado, que fue de 9,700 millones de dólares, significa una cifra de grandes proporciones.
Este elevado déficit tendrá seguramente consecuencias inflacionarias, que acelerarán la elevación de precios que ya está siendo un serio problema en ese país. Además, como una parte importante del presupuesto de guerra se gastará en el exterior, se agudizarán los problemas de la Balanza de Pagos y se comprometerá más todavía la precaria estabilidad del dólar.
Los fuertes gastos presupuestados están imponiendo también la necesidad de elevar los impuestos y algunas tarifas de servicios. Se está pidiendo por el presidente Johnson, por ejemplo, un aumento del 6% en el impuesto sobre la renta, tanto a los individuos como a las empresas. Con la elevación de impuestos y tarifas se estima elevar los ingresos federales en 13,400 millones de dólares en el próximo año. La mayor proporción del incremento provendrá de los impuestos a las personas que solamente por concepto de impuesto sobre la renta producirán, según los cálculos, 11,000 millones de dólares adicionales, para hacer un total de 73,200 millones de dólares por este concepto.
La elevación de las cargas fiscales y de servicios tendrá dos consecuencias importantes. Primero, tenderá a elevar los precios en general y segundo, reducirá el ingreso disponible de los consumidores, con lo que su capacidad de compra será menor. Esto puede ocasionar serios problemas en las industrias de producción civil, que pueden no ser contrarrestadas por los mayores gastos militares.
Los resultados generales por lo tanto, serán el aumento de los precios, y dificultades del dólar. Para contrarrestar estas consecuencias el gobierno podrá mantener su política de restricción del crédito y de elevación de las tasas de interés, lo que puede a su vez, tener resultados contraproducentes dentro de los Estados Unidos y en el exterior.
La estrecha vinculación de la economía de México con la norteamericana hará que a manera de cordón umbilical se transmitan a nuestro país los efectos que hemos señalado del gigantesco presupuesto de gastos e ingresos y de su orientación belicista, así como los resultados de la política monetaria, de comercio exterior y de inversión que siga nuestro vecino.
El proceso inflacionario de los Estados Unidos que ya está dejando sentir sus efectos nocivos en México, según lo señaló en días pasados el Sr. José Antonio César, presidente de la Asociación de Banqueros de México, al acentuarse, ejercerá una presión creciente sobre los precios de los productos que importamos de ese país. Esto quiere decir que durante este año y el próximo seremos testigos y víctimas de un proceso de inflación importado.
Esto afectará los mil y un artículos manufacturados, sus partes, refacciones y accesorios que compramos en los Estados Unidos. En tal caso están los automóviles, la maquinaria, las medicinas, productos químicos, equipo electrónico, etc.
La elevación de los precios de los productos de importación sumará sus efectos a los factores internos que están ejerciendo una presión alcista y determinarán, de toda probabilidad, una situación inflacionaria que ocasionará serios problemas al público consumidor y al proceso de desarrollo del país.
Las medidas restrictivas del crédito y la elevación de las tasas de interés en los Estados Unidos también tenderán a ejercer una influencia negativa en nuestra economía. Será más difícil obtener créditos en los Estados Unidos y también será más costoso. La fuga de capitales mexicanos que ya se está produciendo, según la información de los propios banqueros, es probable que se acentúe en el futuro.
De la misma manera, las medidas restrictivas que el gobierno norteamericano adopte para defender el dólar, pueden significar problemas a México, especialmente en lo que se refiere al turismo y a la compra de productos mexicanos.
Pero sobre todo esto, lo que quizás tenga mayor importancia es la intensificación que se producirá de una política belicista de parte del gobierno norteamericano y que tenderá a modificar el clima de paz y progreso que anhelamos los mexicanos. Las presiones para engancharnos en la política de dominio mundial de los Estados Unidos tenderán a intensificarse y pueden poner en peligro nuestra independencia.
Es probable que algunos sectores de negociantes verán en los programas de guerra de los Estados Unidos una brillante perspectiva para hacer negocios muy lucrativos, pero para el grueso de la población, de los Estados Unidos y de México, son motivos de verdadera y justificada preocupación.♦