Los 3 mil millones del señor Bailleres

En un sólo día, su utilidad era mayor que la de un obrero mexicano en 2 años; atender su complejo imperio era tarea arriba de su fuerza.
Grandes fortunas en país de hambre.

Al informar, hace unos días, sobre el fatal accidente que sufrió el Sr. Raúl Bailleres, la prensa nacional dio una serie de cifras sobre la gran fortuna que el destacado hombre de negocios había acumulado, fortuna que ahora pasará a sus herederos. Según algunos, dijo Excélsior, la herencia que deja el Sr. Bailleres, monta a 3,000 millones de pesos. De esta suerte, los herederos directos (según parece solamente cuatro en total), recibirán una fabulosa fortuna que no corresponde a ningún esfuerzo personal realizado. Hechos como este nos obligan a reflexionar sobre el tipo de sociedad en que vivimos, en que se pueden acumular riquezas desproporcionadamente grandes y se pueden transferir libremente sin que el interés público juegue papel alguno.

Si nos atenemos a la información de la prensa, los 3,000 millones fueron el resultado de alrededor de 50 años de actividad del Sr. Bailleres, principalmente en la minería y en la banca. Esto quiere decir que en promedio se produjo una acumulación de 60 millones de pesos anuales, consideración hecha ya de los gastos de sostenimiento familiar, del pago de impuestos, etc., etc.

Si aplicáramos al cálculo la fórmula del interés compuesto, que sería lo correcto, porque lo acumulado en un año, rinde utilidades para el año siguiente, y éstas se acumulan para rendir a su vez utilidades en el siguiente año, y así sucesivamente, encontraríamos que en los primeros años la suma acumulada fue mucho menor, pero en los últimos años la acumulación se produjo por razón natural, a razón de mucho más que 60 millones de pesos. Pero para facilitar la exposición, basémonos en las cifras promedio que hemos presentado.

Sobre la base de 60 millones de pesos anuales de utilidades netas, encontramos que cada mes se produjo una acumulación de 5 millones de pesos, o sea a razón de alrededor de 166,000 pesos diarios, o de 20,800 pesos, por cada hora de trabajo.

Para tener una idea más clara de lo que estas cifras significan podemos compararlas por una parte con los ingresos de los obreros no calificados y, por la otra, con los Profesores de Carrera de Tiempo Completo y con los Investigadores de las Instituciones de Enseñanza Superior del país.

Los resultados de esta comparación son verdaderamente increíbles. Un obrero no calificado del Distrito Federal que gane el Salario Mínimo de $25.00 diario, tendrá que trabajar 2 años y medio para obtener un ingreso igual a las utilidades netas que obtuvo el Sr. Bailleres  en una hora. Hay que considerar que del obrero dependen por regla general de cuatro a cinco personas y que su ingreso no le permite acumular un solo centavo, pues apenas si le basta para llevar una vida de subsistencia.

Por lo que hace la comparación con los profesores e Investigadores Universitarios de Tiempo Completo, cuyo sueldo mensual es de $7,500.00 encontramos que tienen que trabajar alrededor de tres meses, para obtener un ingreso equivalente a lo acumulado en una hora por el Sr. Bailleres. Con la acumulación anual de 60 millones de pesos se podría sostener un equipo de 667 Profesores de Tiempo Completo en las Universidades del país, y resolver substancialmente muchos de los grandes problemas que aquejan a la enseñanza superior en México.

Aún considerando que es exagerado el cálculo de 3,000 millones de pesos, los resultados serían igualmente reveladores de la gran injusticia en la distribución de los ingresos en nuestro país.

Los resultados que presentamos son todavía más alarmantes si consideramos que las fortunas como la que analizamos (que no son menos de 50) se han formado en su mayoría en el período posterior al Gobierno del General Díaz, es decir, en plena vigencia de la Revolución Mexicana cuyos postulados son de “desarrollo económico con justicia social”.

Pero podríamos preguntarnos, ¿que es indispensable para que el país se desarrolle que se acumulen estas grandes fortunas? ¿que o hay más remedio para que se inviertan los recursos del país que se creen condiciones tan privilegiadas para los hombres de negocios? ¿que la eficiencia en la producción y en la utilización de recursos sólo se puede lograr permitiendo a un pequeño grupo de hombres de negocios que sin ninguna cortapisa acumulen fortunas fabulosas?

Me parece evidente que la respuesta es negativa. Es más. No solamente el camino seguido no es el único, sino que no es el más conveniente. No es posible que un individuo que maneja decenas de grandes empresas (en nuestro caso cerca de 50) pueda humanamente dirigirlas con eficiencia. Materialmente no le alcanzaría el tiempo, ni sus energías y facultades.

Y entonces, se dirá, ¿cómo es que nuestros hombres de negocios logran rendimientos tan elevados en las empresas que manejan? La verdad es que en las condiciones en que se desenvuelven los negocios en nuestro país, esos rendimientos son posibles no por la eficiencia personal del capitalista, sino son el resultado del trabajo de miles de técnicos, obreros y empleados, que no reciben la parte justa por su trabajo, así como el público que tiene que pagar precios elevados por lo que consume.

La celeridad con que se acumula la riqueza no es, sino la demostración de la debilidad en que, en las condiciones actuales de nuestro país, se encuentran los sectores de trabajadores y el público consumidor.

De acuerdo con estos razonamientos y sobre la base de que la Revolución Mexicana lucha por el desarrollo económico con justicia social nos parece necesario poner frenos a la formación de las fabulosas fortunas que nuestros hombres de negocios están acumulando.

Los instrumentos para lograrlo son muy variados y están al alcance de las autoridades. Entre las más importantes podemos señalar los siguientes: 1.- legislación y aplicación eficaz de disposiciones contra los monopolios; 2.- impuesto sobre la renta global y más progresivo y aplicado con firmeza, para evitar la monstruosa evasión fiscal; 3.- política laboral más justa que permita a los trabajadores, empleados y técnicos, obtener la parte que les corresponde por su esfuerzo, en forma de salarios y de prestaciones; 4.- leyes sobre herencias y legados de mayor contenido social, que canalice las herencias o donaciones que rebasen determinados límites socialmente prudentes, hacia fines de interés nacional, como la constitución de patrimonios para las Universidades e Institutos de Investigación, campañas educativas, sanitarias, de vivienda popular, etc.; 5.- vigorosa participación gubernamental en la vida económica para contrarrestar la acción perjudicial de los grupos privados poderosos.

El desarrollo económico del país, la justicia social y la necesidad de que haya tranquilidad social y política, demandan una acción que haga realidad los postulados de la Revolución Mexicana. Si no se adopta una política revolucionaria se estará minando el futuro del país y se propiciará una Era de intranquilidad de consecuencias incalculables.♦

Ceceña, José Luis [1967], "Los 3 mil millones del señor Bailleres", México, Revista Siempre!, 709: 26-27, 25 de enero.