En nombre de la democracia, pero en realidad sirviendo a Wall Street ha hecho la guerra en toda ocasión E.U.
“Me he pasado treinta y tres años y cuatro meses en el servicio activo, como miembro de la más ágil fuerza militar de este país: los Infantes de Marina. Serví en todas las jerarquías, desde subteniente hasta general de división. Y durante todo ese período me pasé la mayor parte del tiempo en funciones de pistolero de primera clase para los grandes negocios, para Wall Street y para los banqueros. En una palabra, fui un pistolero del imperialismo...”
“Así por ejemplo, en 1914 ayudé a hacer que México, y en especial Tampico, resultaran una presa fácil para los intereses petroleros norteamericanos. Ayudé a hacer que Haití y Cuba fuesen lugares decentes para el cobro de rentas por parte del National City Bank... En 1909-1912 ayudé a purificar a Nicaragua para la casa bancaria internacional de Brown Brothers. En 1916 llevé la luz a la República Dominicana, en nombre de los intereses azucareros norteamericanos. En 1903 ayudé a “pacificar” a Honduras en beneficio de las compañías fruteras norteamericanas. En China, en 1927 ayudé a que la Standard Oil pudiese avanzar por su camino sin ser molestada”.
En esta parte de su testamento, el general de división de los Estados Unidos, Smedley D. Butler, nos ilustra con mucha claridad sobre el apoyo que el gobierno de los Estados Unidos da a los grandes negocios. Indiscutiblemente, las “bayonetas siguen al dólar” y con frecuencia también, “las bayonetas abren el camino a los dólares”.
El proceso de concentración de la riqueza que se produce necesariamente en el capitalismo, desemboca en la expansión de los monopolios en escala mundial. El capitalismo monopolista se convierte en capitalismo imperialista, dominador de los recursos de los mercados y de la vida política misma de otros pueblos menos desarrollados. En esta expansión los monopolios cuentan con el decidido apoyo militar, económico y diplomático de sus gobiernos. Ello es posible porque en el proceso de la formación de los grandes monopolios, se produce una interpenetración entre ellos y el gobierno. Los magnates del mundo de los negocios logran ocupar posiciones destacadas en el gobierno, y altos funcionarios gubernamentales al dejar sus puestos oficiales, pasan a ocupar las presidencias o gerencias de las grandes empresas. De esta forma, los intereses de los grandes monopolios llegan a determinar la política interior y exterior de sus gobiernos.
Es por esto que la política de los Estados Unidos en el Medio Oriente, “huele a petróleo” porque son los intereses petroleros los que la dictan; la seguida en el Caribe, está dictada por los intereses bananeros y azucareros, especialmente por la United Fruit Company; las relaciones con Venezuela, son determinadas por los intereses de la Standard Oil de New Jersey; la correspondiente a Chile, la dictan los intereses de la Anaconda y de la Kenecott, grandes monopolios del cobre, y así sucesivamente.
El dominio de los monopolios norteamericanos sobre su gobierno explica en el decidido apoyo que reciben de éste, apoyo que se extiende a una serie de medidas que favorecen enormemente a los grandes inversionistas, permitiéndoles acelerar su expansión y derivar utilidades fabulosas. Entre esas medidas de apoyo del gobierno norteamericano, además del apoyo militar, nos podemos referir a las siguientes:
Programas de ayuda: al terminar la segunda guerra mundial el gobierno norteamericano inició en grande escala “programas de ayuda” que en esencia han estado dirigidos a favorecer la expansión de los monopolios norteamericanos en el mundo. Así, por ejemplo, el Plan Marshall, que significó una erogación de algo más de 17,000 millones de dólares, si bien contribuyó a la reconstrucción de algunos países europeos, tuvo como saldo principal una penetración en gran escala de los monopolios norteamericanos en los viejos países europeos y en sus colonias. La ayuda se otorgaba con “ataduras”, es decir, condicionándola a la participación de las empresas norteamericanas en la minería, industria y servicios de los países beneficiados. Dadas las condiciones de Europa en esa época no había más remedio que aceptarla en las condiciones impuestas. No hay diferencia, en realidad, con la forma en que operan los “usureros” que, en final de cuentas, se quedan con los bienes del “beneficiado” con los préstamos.
La casi totalidad de los créditos que el gobierno norteamericano ha otorgado en la post-guerra tiene también el carácter de préstamos “atados”. La condición de que el importe se gaste precisamente en los Estados Unidos, es una medida que asegura clientes cautivos a los negocios norteamericanos, los cuales están en condiciones de cargar precios y extras a su antojo. De esta manera los monopolios han podido derivar enormes utilidades, que les han permitido aumentar su dominio.
Programas de Compras. El gobierno norteamericano ha seguido la política de realizar grandes compras de materiales estratégicos y de otros productos, con el objeto de asegurar utilidades elevadas a los grandes negocios. De esta suerte, el gobierno ha gastado fabulosas sumas en la compra de cobre, zinc, estaño, plomo, algodón, huevos, leche en polvo, etc., etc.
Estos programas de compras han logrado mantener los precios a niveles superiores a los que las condiciones de la oferta y la demanda real permitirían, y como resultado de ello ha permitido a las grandes empresas obtener utilidades a costa del público que es el que a la postre paga. Pero además, el gobierno norteamericano ha utilizado estos enormes almacenamientos de productos a favor de los monopolios, manejándolos de manera que los favorezca frente a los competidores del exterior. Basta mencionar el caso del algodón en donde las autoridades han manejado sus grandes almacenamientos a favor de las grandes empresas algodoneras norteamericanas, especialmente de la Anderson Clayton. Y la política seguida con los “alimentos para la paz”, que se ha manejado con criterio político, de alimento de los beneficiarios a la política norteamericana de dominio mundial.
Convenios comerciales y tarifas. Desde tiempo atrás del gobierno de los Estados Unidos ha seguido una política de convenios comerciales dictada por los intereses de los grandes monopolios. Tal fue el carácter, por ejemplo, de los Tratados de Bucareli, que obstaculizaron la industrialización de nuestro país, y el convenio comercial firmado durante la segunda guerra mundial que favoreció a las empresas norteamericanas a costa de los intereses de México, manteniendo precios artificialmente bajos para la producción mexicana.
En cuanto a las tarifas, los Estados Unidos han sido un país proteccionista por excelencia. La industria norteamericana ha tenido siempre una protección arancelaria que le ha permitido explotar el enorme mercado americano en exclusividad, eliminando substancialmente la competencia del exterior. Claro, las grandes utilidades derivadas por los monopolios han gravitado sobre el presupuesto del consumidor y han perjudicado a los empresarios de otros países que no han podido competir en el mercado de los Estados Unidos, en tanto que las grandes empresas norteamericanas sí han podido ir a competir a otros mercados.
Créditos y concesiones fiscales. Los grandes negocios de los Estados Unidos han disfrutado también de una política generosa de créditos y de concesiones fiscales que les ha permitido expansionarse en el exterior. Las compañías azufreras, por ejemplo, pudieron apoderarse de la riqueza azufrera de nuestro país con una inversión ridícula, ya que los fondos que utilizaron provinieron de préstamos otorgados por las agencias financieras del gobierno de los Estados Unidos. Además, todas las empresas norteamericanas que operan en el exterior, están sujetas a un tratamiento fiscal extremadamente favorable, que constituye un aliciente que otorga el gobierno para que amplíen sus inversiones y sus utilidades en el mundo.
Es evidente, por lo tanto, que la asociación de los grandes monopolios con su gobierno es el factor más importante en el mundo actual, para el fortalecimiento y la expansión de sus dominios, y para el logro de su objetivo básico: obtener utilidades máximas y consolidar sus imperios económicos. Se puede afirmar que en países como los Estados Unidos, cuya economía está dominada por grandes monopolios, el Estado está al servicio de esos monopolios, porque son ellos, los monopolios, los que determinan la política a seguir.
Cabe preguntarnos ¿y los intereses del pueblo? ¿qué el gobierno no es el representante de los intereses generales del país? Parte de la respuesta la hemos dado ya. En ocasiones futuras intentaremos completar nuestro análisis para darle a usted los elementos adicionales que le permitan dar respuesta cabal a nuestra interrogante.♦