Cuando una empresa logra alcanzar una posición dominante en alguna actividad económica, está en condiciones de determinar los precios de los productos (o servicios) que elabora, lo que permite derivar utilidades máximas de monopolio: En una situación de esa naturaleza no solamente puede fijar precio alto; sino que tiene el poder económico suficiente para impedir que las demás empresas de su rama fijen precios más bajos y le hagan competencia. La fuerza desproporcionada de la gran empresa monopolista obliga a los demás a someterse, aceptando el liderazgo de la empresa mayor.
El liderazgo de precios es una práctica monopolista muy utilizada en el mundo de los negocios. Ha sido una forma cotidiana de la conducta monopolista en las grandes industrias de los países capitalistas más desarrollados: En los Estados Unidos ha sido la forma normal de operar de la Industria de Acero, de los Automóviles, del Cemento, de Implementos Agrícolas, del Petróleo, de Envases de Vidrio y de la Industria de Papel de Impresión.
En la Industria de Acero la United States Steel Corporation, que controla alrededor del 50% de la producción del lingote y de productos básicos de acero, ha sido la empresa líder desde el año 1901, en que fue organizada por John Pierpon Morgan, el genio financiero más destacado de los Estados Unidos y quizás del mundo. El sistema utilizado por la U.S. Steel Corp., se conoce con el nombre de “Pittsburg Plus” por ser un sistema de precios que toma como base la plaza de Pittsburg, el centro siderúrgico más importante de la Unión Americana.
El sistema “Pittsburg Plus” consiste en lo siguiente: la U.S. Steel Corp., fija el precio del lingote, por ejemplo, con base de entrega en la ciudad de Pittsburg, precio al cual le agrega el flete por ferrocarril al lugar de entrega, más otros cargos por concepto de “extras”. Este precio es publicado por la empresa líder y las demás empresas de la industria de hierro y acero de todo el país lo adoptan como precio único para sus operaciones.
La aplicación del sistema del “Pittsburgh Plus” ha tenido una serie de consecuencias desfavorables para una gran variedad de industrias que utilizan los productos siderúrgicos, lo que ha obligado al gobierno norteamericano a enjuiciar a la U.S. Steel Corp., por considerar que esta práctica es típicamente monopolista y en perjuicio del interés publico.
En las investigaciones que se han hecho sobre la aplicación del sistema “Pittsburg Plus” se han encontrado hechos como los siguientes: un cliente en California quiso adquirir una cantidad de productos de acero de una planta siderúrgica ubicada en la misma ciudad, en California, y se encontró con que el productor le cargaba el precio de Pittsburg, fijado por la U.S. Steel Corp., más fletes ferroviarios de Pittsburg a California, y sobre esto las “extras” fijadas también por la empresa líder. Aunque el cliente argumento que debería deducirse del precio de los fletes, ya que el productor tenía sus plantas en la misma ciudad en la que él operaba, no fue posible lograr esa rebaja y tuvo que cubrir esos “fletes fantasma”.
En otro caso un cliente situado en Chicago quiso adquirir productos en Pittsburg y transportarlos en su propia flotilla de trailers y camiones, pretendiendo por ello obtener la reducción de los fletes, ya que no utilizaría el ferrocarril, pero tampoco en este caso el cliente logró su intento y no le quedo otra alternativa que pagar el precio completo.
Como puede verse, el sistema del “Pittsburg Plus” encarece innecesariamente los precios y determina una localización irracional de la industria. Con ese sistema la United States Steel Corporation puede vender sus productos no solamente en el área económica alrededor de Pittsburgh sino en todo el país. A los clientes les dará lo mismo abastecerse de la U. S. Steel, aunque esté lejos, que de los productores locales, porque los precios cargados son exactamente iguales.
¿Por qué el productor local aplica los precios fijados por la U.S. Steel y no uno menor para asegurar a más clientes? Sencillamente porque teme las represalias de la empresa líder y además, resulta beneficiado por los altos precios que la U.S. Steel fija. Es decir, un poco a fortiori y por propia conveniencia, actúa de esa manera. El que paga el pato es el público consumidor ya que los clientes de las empresas siderúrgicas trasfieren a los consumidores los mayores precios que tienen que pagar.
Premio al genio o ganancia para los monopolios
Para estimular la investigación científica los Gobiernos desde tiempo atrás han establecido el sistema de Patentes, mediante el cual se otorga el derecho exclusivo a un inventor para el uso de su invención. Este sistema, en la práctica se ha convertido en un poderoso instrumento en manos de los monopolios para explotar al público y a los propios técnicos y hombres de ciencia.
La historia del desarrollo de los monopolios está llena de casos en los que los Patentes han servido a los monopolios para fortalecer su dominio a costa de los consumidores y de laboriosos investigadores que han logrado descubrir nuevos métodos para aumentar la productividad y para utilizar materia prima en forma más eficiente y racional. Como ejemplo vale la pena citar el caso que se presentó en la rama de fabricación de envases de vidrio, en los Estados Unidos.
Por mucho tiempo la Hartford Empire tuvo el monopolio casi total de la fabricación de envases de vidrio. Lo curioso del caso es que la Hartford Empire no producía una sola botella, ni las máquinas para fabricarlas, ni vendía envases ni máquinas para su fabricación, a pesar de ello logró dominar alrededor del sesenta y siete por ciento de la industria de esta rama en los Estados Unidos. Todo, mediante el control de las patentes básicas. Los procedimientos utilizados por la Hartford consistieron en los siguientes: 1) otorgaba licencias para el uso de sus patentes, estableciendo la cantidad de envases que deberían producirse, los precios a que deberían venderse y las áreas en las que se debía operar; 2) rehusaba dar licencias cuando le parecía; 3) bloqueaba patentes potenciales, por el soborno a los empleados de la Oficina de Patentes de Gobierno; 4) cercaba sus patentes con una serie de patentes adicionales, que le permitían mantener los privilegios por un período casi indefinido; 5) abría juicios contra los que osaban tratar de obtener patentes sobre nuevos procedimientos de fabricación.
Este monopolio se hizo famoso porque, además de convertirse en el factor determinante de la fabricación de envases de vidrio en todo el país, cuando un inventor de un procedimiento nuevo y más eficiente intento patentarlo, la Hartford le abrió un juicio por invasión de patentes, juicio que duró varios años, al cabo de los cuales el rival potencial gastó todo lo que tenía sin haber logrado obtener su patente. El colmo del caso fue que al final de cuentas el inventor, arruinado, tuvo que aceptar las condiciones establecidas por la Hartford Empire y pagar la regalía que el monopolio le impuso, para utilizar su propio invento. La Hartford después incorporó a su control las innovaciones de su derrotado rival.
Es práctica común de los grandes monopolios de acaparar patentes, como medio de fortalecer su posición de dominio, patentes que con mucha frecuencia no utilizan si así conviene a sus intereses. En los años treintas, por ejemplo, el movimiento de los Tecnócratas reveló que una empresa norteamericana productora de hojas de rasurar disponía de una patente para producir una hoja de tan buena calidad que podía durar muchos años en servicio diario, al grado de que podía usarse por toda la vida y aun heredarse a los descendientes. Esa patente nunca ha sido utilizada porque “no sería negocio”.
Las patentes sirven también a los grandes monopolios para “repartirse el mundo”. Mediante acuerdos de patentes, las grandes empresas de los principales países capitalistas logran distribuirse el mercado en forma que conviene mejor a sus intereses. Durante la Segunda Guerra Mundial se provocó un verdadero escándalo en los Estado Unidos al saberse que varias grandes empresas (falta página 70).