La televisión: ¿Qué es y a quién sirve?

 

De los adelantos tecnológicos que se han puesto en práctica en la postguerra, la Televisión es uno de los más espectaculares, tanto por el impulso que ha dado a nuevas industrias y servicios como por la influencia que está ejerciendo en la forma de vida de la sociedad moderna.

Aunque antes de la Guerra Mundial II la Televisión ya había logrado adelantos prácticos importantes, al terminar las hostilidades la situación no era muy halagadora, pues apenas existían seis estaciones transmisoras en los Estados Unidos y una en Inglaterra, y sus transmisiones se limitaban a unos cuantos programas. En los Estados Unidos existían solamente 7,000 aparatos receptores de televisión y en Inglaterra, un número todavía menor.

Fue en el año de 1948 cuando la televisión alcanzó la aceptación general del público, público que se había manifestado poco interesado en este medio de entretenimiento, debido quizás a la mala calidad de las transmisiones. En solamente 2 años, el número de estaciones de televisión aumentó a 104, en los Estados Unidos y el número de aparatos receptores en poder del público subió a 10 millones. En los años siguientes el desarrollo de la industria productora de aparatos de televisión fue espectacular. Para 1962 más de 55 millones de aparatos se encontraban funcionando en ese país y la televisión había superado a la radio como medio de entretenimiento en los hogares y amenazaba seriamente a la industria cinematográfica.

En el mismo año de 1962, la televisión registró un nuevo impulso con la innovación de la transmisión por medio de satélites, que permitieron superar las limitaciones de la transmisión a grandes distancias, pudiéndose ahora realizar transmisiones directas a miles de kilómetros. A los telestars, siguieron los pájaros madrugadores, y está en marcha un proceso de perfeccionamiento verdaderamente asombroso.

Monopolio privado vs. Control gubernamental

La televisión es el medio más eficaz para “llegar a las masas”. Se le puede utilizar para educar, para elevar el nivel cultural, como medio de orientación ciudadana y también, por desgracia, para deformar la cultura y embrutecer a las masas. Por ello, es de gran importancia que la televisión sea manejada convenientemente para que se ponga al servicio de la sociedad y evitar que se convierta en un vehículo más de desintegración social.

Desde los inicios de la televisión, se ha planteado el problema de si debe ser controlada directamente por el Gobierno o por empresas privadas. La solución que se ha encontrado hasta ahora varía de acuerdo con los países y sus condiciones particulares. En la actualidad existen tres formas que se han adoptado a este respecto: control privado, control mixto y control gubernamental.

El control de la televisión por empresas, que podemos llamar el “modelo norteamericano”, por haber sido los Estados unidos el primer país que lo adoptó, está vigente en muchos países entre los cuales figuran, además de los Estados Unidos, la mayoría de los latinoamericanos y desde luego México. En estos países la televisión está manejada por grandes empresas privadas y sirve primordialmente a los intereses publicitarios del sector privado. En algunos de estos países, sin embargo, el Gobierno ha reservado un número determinado de canales para fines educativos. Tal es el caso de los propios Estados Unidos donde el Gobierno reservó para tal fin 242 canales en todo el país.

El tipo mixto, que podemos llamar el “modelo inglés”, por ser Inglaterra el primer país que lo adoptó, consiste en la utilización de algunos canales por el gobierno y otros por el sector privado. En los primeros no se transmiten anuncios o “comerciales”, destinándose principalmente a fines educativos, a campañas cívicas, etc. Este tipo de manejo de la televisión existe, además de en Inglaterra, en Alemania, Occidental, Canadá, Japón, Australia, Uruguay y Perú.

El control gubernamental de la televisión o sea el tipo de “monopolio de Estado”, existe en los países socialistas y en países capitalistas tan importantes como Francia, Italia, los países escandinavos y en la mayoría de los países del Medio Oriente y también en Colombia. En estos países generalmente no se aceptan anuncios; en algunos se llegan a aceptar pero en forma muy restringida. En Italia, por ejemplo, solamente se acepta una sola transmisión de anuncios al día, de 15 minutos de duración, tiempo en el cual se pasan todos los anuncios de las empresas privadas que desean hacerlo. En los países socialistas, por razón del propio sistema, no existen anuncios en absoluto.

La televisión en México

La primera estación de televisión que se estableció en nuestro país fue la XHTV, Canal 4, en el año de 1950. Esta estación estaba asociada a la radiodifusora XEX. Al año siguiente, en 1951, se estableció la XEW-TV, Canal 2, también por intereses privados, los mismos que controlaban la radiodifusora más importante del país, la XEW.

Años después se establecieron otras dos estaciones en el Distrito Federal, la XHGC, Canal 5, del ingeniero González Camarena, y el Canal 11, del Instituto Politécnico Nacional. Igualmente se fueron organizando muchas otras en las principales ciudades del país.

En la actualidad operan 31 estaciones de televisión en toda la República (cinco de ellas son repetidoras) con una inversión de 150 millones de pesos en total. Estas estaciones ocupan más de dos mil personas, entre técnicos, locutores, personal administrativo y obreros, los que reciben sueldos por más de 40 millones de pesos al año.

Por su parte, el número de aparatos receptores ha registrado también un gran incremento, pues se estima en más de un millón, el número de los que se encuentran actualmente en servicio en la República. La mayoría de estos aparatos han sido construidos (o armados) en el país, lo que significa que la televisión ha servido de base a una nueva industria de grandes proporciones.

Ante este desarrollo espectacular de la televisión en nuestro país, cabe preguntarnos si tan importante medio de “llegar a las masas” está cumpliendo una función constructiva y útil para el progreso económico, cultural y cívico del pueblo en su conjunto. Veamos algunos aspectos importantes del problema que nos permitan emitir un juicio correcto sobre el particular.

¿A quién sirve la televisión?

Desde sus inicios la televisión en México ha sido manejada casi exclusivamente por empresas privadas, como medio publicitario al servicio de las grandes empresas. Al ser manejada por empresas privadas, es natural que el criterio fundamental aplicado sea el de lograr utilidades máximas.

Por otra parte, como la clientela está formada por empresas privadas, la orientación de los programas es definitivamente la de la publicidad de los productos o servicios que dichas empresas desean vender. De esta suerte, se da una exagerada importancia a los “anuncios”, por ser la preocupación central de los patrocinadores.

Esta orientación de la televisión es responsable de que el contenido de los programas no solamente no tenga carácter cultural, sino francamente negativo, perjudicial y hasta embrutecedor. Si examinamos, por ejemplo, los programas correspondientes al Distrito Federal, en la última semana, del 7 al 13 de noviembre, encontramos lo siguiente:

17 programas corresponden a películas sobre temas policíacos, es decir, de criminalidad; 5 se refieren a temas de espionaje y contra-espionaje, también filmados; 18 son películas de vaqueros o aventuras del oeste, buena parte de las cuales se refieren a hechos de sangre, abigeato, robos de bancos, etc.; 35 corresponden a aventuras y comedias, sobresaliendo también las de temas de delincuencia.

A este panorama tan alarmante, hay que agregar que los propios anuncios con mucha frecuencia se dirigen a fomentar la vanidad, la inclinación hacia los hábitos de fumar, beber licores o cerveza y hacia la frivolidad.

Sin negar los grandes méritos que la televisión tiene por otros programas de un genuino valor cultural y de servicio general informativo, debemos convenir que la televisión está siendo un factor disolvente que está formando la cultura contribuyendo a la desorientación general del pueblo.

Por si los daños que está causando la televisión por el tipo de programas que difunden fueran pocos, existen otros aspectos igualmente negativos. Uno de los más importantes consiste en que la televisión es un instrumento prácticamente controlado por las grandes empresas extranjeras. Los principales programas de mayor duración, con los actores más populares, y transmitidos en las horas de mayor impacto, están patrocinados casi totalmente por empresas extranjeras, principalmente norteamericanas.

A través de la televisión, por lo tanto, las empresas extranjeras están aumentando peligrosamente su control de la economía del país. Las empresas mexicanas en general tienen vedado el uso de la televisión para su publicidad, debido a su debilidad económica que no les permite hacer frente a los altos costos de ese medio publicitario. De esta suerte, la televisión está siendo un factor de enajenación nacional.

Urge una política nacionalista

Cualquier persona que piense en el futuro económico y cultural del país, convendrá con nosotros en que es urgente que el Gobierno intervenga con mayor energía y mejor orientación, en la actividad de las empresas de televisión, para hacer de ese poderoso medio de difusión, un verdadero instrumento al servicio del país.

No solamente es indispensable que las Secretarías de Comunicaciones, de Gobernación y de Educación cumplan mejor con su tarea que ahora les asignan las leyes, sino que es necesario que se fomente por todos los medios el uso de la televisión para fines educativos y de orientación cívica correcta. En este sentido deberá darse todo el apoyo a las instituciones responsables de aumentar y mejorar el nivel cultural del pueblo, para que utilicen la televisión con esos fines.  Se impone que la Secretaría de Educación disponga de canales de televisión, así como la Universidad Nacional y las Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior. En esta forma el público podrá disponer de medios de entretenimiento que a la vez de sano sea útil. De esta manera también, se hará una competencia directa a las estaciones de televisión privadas, obligándolas a encauzar su rumbo, y a bajar sus tarifas para hacerlas accesibles a las empresas mexicanas.

Adicionalmente, será necesario que el Gobierno intervenga para que los receptores de televisión sean vendidos al público a precios a su alcance. Igualmente, deberá lograrse que los programas filmados se hagan en México y no en el extranjero.

Sólo con una vigorosa intervención del Gobierno, como la que sugerimos, se podrá lograr que la televisión se convierta en un instrumento útil al desarrollo económico y cultural del país.♦

Ceceña, José Luis [1966], "La televisión: ¿Qué es y a quién sirve?", México, Revista Siempre!, 700: 8-9, 23 de noviembre.